Menú

En escena: Pablo Branchini

En escena: Pablo Branchini

En escena: Pablo Branchini

Humanismo Soka

viernes, 3 de mayo de 2024

viernes, 3 de mayo de 2024

Pablo Branchini es integrante del Departamento Juvenil Masculino y vive en el barrio de Caballito de Capital Federal. En esta oportunidad, te invitamos a conocer su experiencia de revolución humana y cómo a través de la práctica del budismo de Nichiren pudo triunfar en cada desafío.

Pablo Branchini es integrante del Departamento Juvenil Masculino y vive en el barrio de Caballito de Capital Federal. En esta oportunidad, te invitamos a conocer su experiencia de revolución humana y cómo a través de la práctica del budismo de Nichiren pudo triunfar en cada desafío.

Pablo Branchini es integrante del Departamento Juvenil Masculino y vive en el barrio de Caballito de Capital Federal. En esta oportunidad, te invitamos a conocer su experiencia de revolución humana y cómo a través de la práctica del budismo de Nichiren pudo triunfar en cada desafío.

Humanismo Soka: ¿Cómo iniciaste la práctica del budismo?

En 2007, luego de haberme graduado como diseñador gráfico, conocí el budismo de Nichiren Daishonin a través de una compañera, mientras cursaba un profesorado. Si bien había tomado contacto con la práctica un tiempo antes, fue a través de ese diálogo que empecé a indagar más y comencé a participar de un han justo frente a mi casa, en la localidad de Ciudad Evita, lugar donde vivía en ese entonces. Todavía recuerdo a la señora que ofrendaba su casa saludándome todas las mañanas cuando iba al trabajo. Pensando en ese simple gesto, hoy me doy cuenta que estaba mostrándome la calidez de todas las integrantes del Departamento Femenino, quienes con su alegría siempre nos contagian una gran vitalidad.

Llegaba a cada encuentro de han muy entusiasmado. En ese momento, no tenía una práctica constante pero aun así iba siempre, sin faltar una sola vez. Fue así que empecé a ganar confianza, a comprometerme con la práctica diaria de entonar Nam-myoho-renge-kyo y trazarme objetivos claros y un año más tarde, en diciembre de 2008, decidí recibir el Gohonzon. 

Desde que comencé a practicar, pude sentir más confianza en mí mismo, sobre todo en relación a mi profesión como diseñador gráfico. Si bien me había graduado, me costaba creer en mi potencial de poder trabajar de eso y muchas veces me dejaba vencer en el intento. Sin embargo, gracias al daimoku sostenido y el aliento constante de mis compañeros, concreté mi primer trabajo en una editorial de textos escolares.

En el 2010 participé en el Festival Soka de Jóvenes por la Paz, alentado por una antecesora en la fe. Gracias a esa experiencia inolvidable, empecé a profundizar sobre la relación de maestro y discípulo, algo que en un principio no entendía. A través de cada diálogo en medio de los ensayos junto a mis compañeros, iba construyendo ese vínculo, conociendo más sobre la historia de Daisaku Ikeda y comprendiendo la importancia de concretar todos mis sueños basado en la fe. Profundizando en cada uno de los alientos del maestro Ikeda pude, poco a poco, esforzarme para llevarlos a la acción y mejorar cada aspecto de mi vida.

Como respuesta a su desafío para el festival, un amigo y una compañera de trabajo que habían participado como espectadores decidieron recibir el Gohonzon. Su madre, quien también asistió, comenzó a profundizar más sobre el budismo y participar con regularidad de las reuniones de han.

Ese festival significó un nuevo punto de partida donde redoblé mis esfuerzos en mi lugar. Me lancé como nunca a visitar y dialogar con los chicos de mi localidad, generar encuentros de jóvenes, unirme a mis compañeros de la zona, y ofrendar mi casa para los zadankai con mucha alegría.


Pablo junto a sus compañeros de la Región.


Luego de participar nuevamente en un festival en 2014, decidí dar un paso más y sumarme a un grupo artístico del Departamento Juvenil, para crecer en mi vida personal y compartir con más personas la alegría de vivir la juventud basado en el aliento de nuestro maestro. Así fue que, a pesar de tener pocos conocimientos de música, ingresé al Coro de Jóvenes Ikeda de la Argentina, con la decisión de desarrollarme como un valor humano.


Pablo junto a sus compañeros del Coro Ikeda.


También ese año, y casi en simultáneo a los primeros pasos que estaba dando en el grupo, mi mamá, quien estaba participando en su barrio, decidió ingresar a la Soka Gakkai. ¡Lo que significó una gran alegría para mí! Ella había conocido la práctica casi al mismo tiempo que yo, mientras se encontraba atravesando una separación y también la enfermedad de mi abuelo. El apoyo de sus compañeras de fe fue un gran sostén para ella en ese momento de mucho sufrimiento.

En septiembre de 2015, me propuse concretar mi casa para el kosen-rufu. Viendo que las condiciones donde estaba viviendo no eran las que yo quería, entoné daimoku para que surgiera el mejor lugar, confiando absolutamente en el poder de la oración.

Hacia octubre me contacté con una prima, quien para mi sorpresa me ofreció un departamento que tenía vacío en condiciones inmejorables. Al poco tiempo me mudé y empecé a participar en Caballito. Hoy convivo con mi pareja allí y tras desafiarnos en el objetivo compartido de concretar nuestro propio hogar, logramos acceder a un crédito y comprarlo.

Humanismo Soka: ¿Cómo continuó tu desafío en el ámbito laboral?

En lo laboral siento que crecí gracias a todos los desafíos en la fe que empecé a asumir con renovada decisión en mi nuevo lugar.

Luego de esa primera experiencia en la editorial de textos, me llamaron nuevamente por un currículum que había presentado en uno de los museos más reconocidos de la Ciudad de Buenos Aires, un año atrás, donde incluso había sido entrevistado pero me habían dicho que por falta de experiencia no era el momento y habían decidido avanzar con otra persona. Sin embargo, me habían vuelto a contactar, y querían retomar la posibilidad de que yo me sumara. Redoblé mi daimoku frente al Gohonzon para extraer esa capacidad que surge de la fe y ponerla a prueba una vez más. Fue así que luego de una serie de entrevistas, comencé a trabajar en el museo, algo que siempre había soñado. Pero, un año después, debido a una reducción de personal, fui desvinculado.

Sin dejarme vencer, volví a mi trabajo anterior donde al haber finalizado en excelentes términos, me volvieron a convocar y abrir las puertas. Mientras tanto, mi vínculo con mi ex jefe del museo continuaba y como aún me necesitaban para realizar algunas piezas gráficas mensuales, seguí trabajando de manera externa. Sostuve ambos trabajos, y luego de un tiempo me propusieron volver, ya que el puesto de asistente se abría nuevamente. Comenzaron a surgir dudas respecto a la decisión que debía tomar, ya que nadie podía asegurarme con certeza que no volvería a sucederme lo mismo que antes. Frente a esta incertidumbre, entoné daimoku para extraer la sabiduría que me permita tomar la mejor decisión en esa circunstancia y decidí volver al museo, con la convicción de dar lo mejor de mí en el trabajo.

Pablo nos cuenta que luego de haber sido reincorporado, al poco tiempo su jefe de ese momento dejó el museo y que debido a su esfuerzo y a la confianza que había generado, fue ascendido a ese puesto que había quedado vacante, lo que implicó un gran desafío en su vida.

Recuerdo que mi primera tarea fue diseñar un libro de una reconocida artista japonesa. Inmediatamente determiné que le dedicaría ese libro a mi maestro y fue así como concreté enviárselo a Japón. Al cabo de unos meses y debido a mi buen desempeño en las tareas que me asignaron, me nombraron responsable del área de diseño, tarea en la que me desempeño desde hace más de diez años. Desde ese momento tomé la decisión de volcar todo mi conocimiento, habilidad y creatividad a cada cosa que hiciera, dedicando cada esfuerzo en agradecimiento a mi maestro, con la convicción que cada libro, exhibición, banner y cada pieza que me tocara realizar, lo estaba haciendo para alentar a las personas a través de mi profesión.

Todo este tiempo me alenté con una frase de gosho que cada vez que entono daimoku frente al Gohonzon me lleva a reflexionar sobre el desafío de romper nuestros límites y reconfirmar que todo depende de nuestra postura en la fe. La misma dice: «Si alguien se muestra incapaz de cruzar un vado de tres metros de ancho, ¿cómo pretende atravesar una corriente de treinta o de sesenta metros?» [1]

Siento que mi mayor prueba real, además de estos avances personales, son las experiencias de triunfo de aquellas personas a quienes pude compartirles la Ley Mística, y que, por extensión, las vivo como propias.


Pablo junto a su familia.


En particular, mi victoria de este año, fue concretar que mi hermano menor abrazara esta fe, luego de mucho tiempo de estar batallando con cuestiones de salud. Junto a mi mamá y toda mi familia, nos unimos más que nunca para dar vuelta las dificultades juntos. Y en esta lucha, el apoyo de nuestros compañeros de fe fue crucial, ya que nunca dejaron de alentarnos y apoyarnos. Siento que fue un triunfo a través de la unión. Con miras a la Cumbre Soka 2024 «Mi Maestro», junto con mi hermano nos desafiamos en participar de los grupos del Departamento Juvenil y con mucha alegría, él decidió ingresar como miembro de la Soka. Un año atrás no lo hubiese creído posible. A través de poder empatizar más con él y compartir juntos los sufrimientos y las alegrías, yo también crecí y siento que como hermanos estamos más unidos.

Siento un gran agradecimiento a mis compañeros por el apoyo constante que me brindan. Su aliento fue clave para ganar en mi propio corazón, y tener la convicción de que toda mi familia y cada persona que me rodea puede ser feliz.

Mi decisión es fortalecer mi fe con la convicción de seguir esforzándome por la felicidad de mis compañeros, continuar desarrollándome en el Coro de Jóvenes Ikeda como un auténtico sucesor, y abrazar a todos los miembros de mi familia para que sean felices.

[1] Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 804.

© Humanismo Soka - 2024

© Humanismo Soka - 2024

© Humanismo Soka - 2024