Humanismo Soka
El principio de «los Diez Estados de la vida» forma parte esencial de la filosofía del budismo de Nichiren Daishonin. Acerca de este concepto, el teórico budista del siglo VI T'ien-t'ai escribió: «La vida, a cada momento, está dotada de diez estados» [1]; con ello, quiso expresar que, en cada instante de la vida, existe el potencial de diez condiciones: infierno, hambre, animalidad, ira, humanidad, éxtasis, aprendizaje, comprensión intuitiva, bodisatva y Budeidad. En uno de sus escritos más importantes titulado El objeto de devoción para observar la vida, Nichiren Daishonin expresó: «Cuando en distintos momentos observamos la faz de una persona, a veces la encontramos feliz; a veces, furiosa; en ocasiones, serena. En ciertas circunstancias, el rostro humano expresa codicia; en otras, necedad, y en otras, perversidad. El odio corresponde al estado de infierno; la codicia, al de las entidades hambrientas; la estupidez, al de los animales; la perversidad, al de los asuras; la alegría, al de los seres celestiales; la calma, al de los seres humanos. […] Si las personas comunes nacidas en la última época pueden creer en el Sutra del loto es porque, en el estado de humanidad, existe el estado de Budeidad». [2]
El budismo de Nichiren Daishonin, basado en el Sutra del Loto, esclarece que los Diez Estados son condiciones que pueden manifestarse en cualquier momento de nuestra vida; es decir que son estados inherentes a cada ser humano. Nuestra vida puede hallarse en alguno de los Diez Estados, y esa condición es la que influye en la forma en que percibimos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Sin embargo, lo fundamental de este principio es que enfatiza las inmensas posibilidades que tiene la vida de manifestarse a cada momento.
Los diez estados
1) Infierno
Es el estado de mayor sufrimiento, en el que el individuo se siente atado de pies y manos a su angustia y dolor. Como expresa la frase que citamos, ese «odio» al que se refiere Nichiren, se origina en una intensa frustración o insatisfacción, dirigidas contra la propia vida, cuando el sujeto no consigue lo que desea, o contra el mundo, que es percibido como la causa del sufrimiento. La furia y la violencia se convierten así en fuentes de autodestrucción.
2) Hambre
El estado de hambre se caracteriza por el deseo insaciable, así como el sufrimiento derivado de la insatisfacción de ese ansia abrasadora. La tendencia a este estado nos impide sentir libertad interior y nos embarga de sufrimiento; vivimos así esclavos de nuestros deseos.
El budismo no niega los deseos. El ser humano no puede vivir sin ellos. En muchos casos, estos deseos se convierten en la energía que nos permite avanzar y concretar nuestra autosuperación. Por ende, la verdadera cuestión es cómo utilizamos los deseos. Los que viven en estado de hambre no los usan para crear valor; por el contrario, son esclavos de ellos. A causa de ello, no solo sufren, sino que hacen sufrir a los demás.
3) Animalidad
Las personas que viven en este estado se encuentran tan capturadas por sus circunstancias inmediatas, que pierden de vista los principios esenciales que gobiernan todas las cosas. Carecen de razón, moral o sabiduría con las que controlarse a sí mismas; por tal motivo, sus circunstancias inmediatas las dominan de tal manera que pierden de vista los principios que subyacen a todas las cosas. La animalidad es el estado de los que viven movidos por sus instintos, incapaces de formular juicios sobre lo verdadero y lo falso, sobre el bien y el mal. [3]
4) Ira
Una característica del estado de los asuras [4] –o estado de ira– es la obsesión por establecer la superioridad o la importancia de la propia persona, y la tendencia a compararse siempre con los demás o a querer ser mejor que otros. Se caracteriza por la perversidad y por una inclinación aduladora y retorcida; en este estado, uno esconde sus verdaderos sentimientos y hace alarde de una falsa lealtad. Las personas en estado de ira, compelidas por la necesidad de ser superiores, adulan a los demás mientras que, interiormente, los desprecian. En esencia, la ira indica nuestro apego a la suposición ilusoria de que uno es mejor que los demás. La energía del estado de ira se dirige a sostener y fortalecer esta imagen. Un corazón así siempre está sumergido en el miedo a que su verdadera naturaleza quede al descubierto.
5) Humanidad
En este estado, nos esforzamos por controlar nuestros deseos o impulsos mediante la razón. Es el primer paso para el dominio del yo. El intelecto es la condición clave del estado de humanidad. Sin compararse con los demás, las personas en esta condición siguen su propio camino. Este estado de vida es muy difícil de mantener, porque está a merced de incontables influencias negativas. Sin embargo, es el primer paso hacia un estado de vida caracterizado por la victoria sobre uno mismo.
6) Éxtasis
Es una condición subjetiva de contento y alegría que se experimenta cuando uno consigue lo que desea o se libera de algún sufrimiento. Pero este tipo de alegría no es duradera; desaparece o pierde intensidad con el paso del tiempo.
Cuando uno cumple sus deseos, siente la dicha del estado de éxtasis, y cuando las condiciones del mundo circundante son estables y tranquilas, se experimenta la serenidad del estado de humanidad. Pero si estos factores externos cambian, es fácil desplomarse en estados de sufrimiento intenso, como el de infierno.
Ya que están sujetos a las condiciones externas, estos seis estados de vida no son realmente libres o autónomos.
7) Aprendizaje
En este estado tomamos conciencia de la transitoriedad de las cosas y la inestabilidad de los caminos anteriores. Nos dedicamos a la transformación y desarrollo personal, aprendiendo de otros continuamente.
8) Comprensión intuitiva
Es la condición típica de las personas que arriban a la compresión de verdades en forma independiente. Es un estado en que las personas buscan la verdad a través de su percepción directa del mundo.
Al estado de aprendizaje y a este último se los denomina «los dos vehículos», ya que nos conducen a la autosuperación.
La comprensión a la que arribaron las personas de los dos vehículos consiste en percibir la transitoriedad de todos los fenómenos; es decir, entender que todas las cosas cobran existencia y dejan de existir, y cambian de manera constante. A través de la observación de sí mismos y del mundo circundante, las personas en estos estados perciben verdades referidas al cambio incesante de la vida: que todo surge en respuesta a las causas y condiciones externas, todo cambia con el paso del tiempo, y todo deja de existir tarde o temprano. Lo mismo cabe decir del apego a la riqueza, la posición social, la fama y las metas de esta índole. Por eso, estas personas se esfuerzan por superar su apego a los fenómenos transitorios. Ya no son funciones pasivas de su entorno. Están dispuestos a enfrentar de lleno la realidad.
Como aspecto negativo, las personas de los dos vehículos tienden más al autoperfeccionamiento que al altruismo. Este egocentrismo es la principal limitación de las personas en estos dos estados de vida. Esto se da porque, profundamente, dudan de que tienen dentro de sí el infinito potencial para ser plenamente felices. En el fondo, no confían que poseen el mismo estado de vida que su mentor.
9) Bodisatva
En sánscrito, satva significa «ser» y bodhi, «iluminación». Por ende, un bodisatva es un ser que se esfuerza continuamente por lograr la iluminación.
Lo que distingue a los bodisatvas es su afán sincero de lograr el estado de vida más elevado posible, la Budeidad, y su esfuerzo altruista por compartir los beneficios que han obtenido mediante la práctica del budismo. Por eso, este estado de vida se distingue por el amor compasivo y por el comportamiento abnegado y altruista. Las personas en este estado aspiran a la iluminación suprema en beneficio de sí mismas, pero también para conducir a sus semejantes a ese gran anhelo. Conscientes de los lazos que nos unen con el mundo, saben que cualquier felicidad que se limite a la esfera privada es parcial y, por ende, ilusoria. La práctica del bodisatva consiste en solidarizarse con las aflicciones y penurias de los semejantes; tomar iniciativas para eliminar ese sufrimiento e impartir alegría, buscando siempre la felicidad de los demás a la par de la felicidad propia.
10) Budeidad
La Budeidad es un estado de completo acceso a la sabiduría ilimitada, el amor compasivo, el coraje y otras cualidades intrínsecas a la vida. Es un estado de infinita benevolencia y amor compasivo, de absoluta libertad y felicidad indestructible. Es una condición en que creamos armonía junto a los demás y armonizamos con el mundo natural.
Sin embargo, la Budeidad no es un estado separado de los sufrimientos de la vida cotidiana. Manifestar la Budeidad no significa erradicar los otros nueve estados, sino emplearlos para nuestro crecimiento personal, siendo fieles a nosotros mismos, mientras nos esforzamos por transformar todas las dificultades en causas de mayor desarrollo.
La posesión mutua de los Diez Estados
El maestro Ikeda expresa: «El budismo, a través de la doctrina de los Diez Estados, considera a todas las personas sobre la base de su estado de vida. Por lo tanto, su visión es totalmente imparcial. El sufrimiento de los que se encuentran en estado de Infierno, por ejemplo, es el mismo para el rico que para el pobre [...] A la vez, el budismo reconoce que todas las personas tienen, en forma potencial, la naturaleza de la Budeidad» [5].
El Sutra del loto enseña que todos pueden alcanzar la iluminación, partiendo de la base de que los seres de los Diez Estados –desde el infierno hasta la Budeidad– poseen en sí mismos el potencial de los diez, en su totalidad. Este concepto se denomina posesión mutua de los Diez Estados, y describe la estructura dinámica de la vida, de manera amplia y abarcadora. Significa que cada uno de los Diez Estados, además de contenerse a sí mismo, contiene a los otros nueve. En función de esta característica, podemos interpretar que los Diez Estados son inherentes a cada individuo. La persona que experimenta el estado de humanidad en determinado momento puede permanecer en ese estado un instante después, o bien exhibir cualquiera de los otros nueve. Así pues, la vida no se fija en una de estas diez condiciones subjetivas, sino que puede manifestar cualquiera de ellas en cualquier momento.
Este principio explica que, aunque estemos en un estado de vida en particular, siempre, sin excepción, los otros nueve siguen latentes en nuestra vida. Por eso, la posesión mutua de los Diez Estados implica que todas las personas tienen el potencial de manifestar la Budeidad en cualquier momento.
La práctica para manifestar la Budeidad
A través del continuo esfuerzo en la práctica budista, podemos fortalecer el estado de la Budeidad inherente a nuestra vida. Manifestar el estado de buda no es una idea abstracta, sino que se revela tangiblemente en nuestro comportamiento, en la forma en que podemos hacer surgir sabiduría, coraje y amor compasivo, mientras nos desafiamos por la felicidad de las personas que nos rodean.
Si bien este estado de vida existe de manera inherente en nuestro propio ser, es difícil de manifestar en el contexto de nuestra vida cotidiana, colmada de problemas y de desafíos interminables. Por tal razón, Nichiren inscribió un objeto de respeto o de devoción primordial llamado Gohonzon, como medio para que todos los seres humanos puedan activar y manifestar su propia Budeidad innata. El Gohonzon corporiza el estado de vida de la Budeidad, cuya esencia es Nam-myoho-renge-kyo.
En la medida que tenemos fe en el Gohonzon y entonamos Nam-myoho-renge-kyo por la felicidad de nosotros mismos y de los demás, activamos ese estado de Budeidad para desplegarlo libremente en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.
CITAS
[1] Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 373.
[2] END, pág. 377.
[3] En el material de referencia que citamos se aclara que el uso del término «animal» deriva de las creencias de la antigua India. Naturalmente, hay ejemplos de animales, que se dedican a asistir a otros con lealtad; asimismo, ciertas conducta humanas, como la guerra o el genocidio, son mucho más crueles y brutales que el comportamiento de las criaturas a quienes consideramos «animales».
[4] Los asuras eran demonios pendencieros que son descritos por la antigua mitología india.
[5] IKEDA, Daisaku: La sabiduría del Sutra del loto, Buenos Aires: Azul Índigo, 2023, vol. 3, pág. 158.