Humanismo Soka
El designado por la Soka Gakkai «Año de la sociedad» (1974) comenzó en medio de una inestabilidad económica mundial precipitada por la cuarta guerra árabe-israelí en el Oriente medio y por la crisis del petróleo. Shin’ichi Yamamoto asistió al encuentro que se realizó en la sede central; allí leyó un pasaje del escrito del Daishonin El kalpa de la declinación: «El gran mal prenuncia la llegada de un gran bien. Si todo el territorio de Jambudvipa se viese arrojado al caos, no habría dudas de que [este sutra sería] “ampliamente propagado en todo Jambudvipa”». [1] Luego dijo con convicción:
–El Daishonin vivió en una época de agitación y de cataclismo; un tiempo atormentado por grandes terremotos, luchas internas y la invasión mongola. Pero a pesar de todo, declaró que no era momento para ser pesimista, porque en tales circunstancias ocurre un gran bien: la amplia propagación del budismo.
»Hoy estamos impulsando el kosen-rufu en medio de la peor crisis económica que ha enfrentado este país desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, muchos de ustedes están experimentando dificultades indescriptibles. Pero fueran cuales fuesen los obstáculos que se interpongan en el camino, por favor tengan confianza absoluta en las palabras del Daishonin [que expresan que] «el gran mal prenuncia la llegada de un gran bien». ¡Aprovechemos esto como una oportunidad para avanzar con paso dinámico y animoso en nuestro movimiento por el kosen-rufu!
Los miembros respondieron afirmativamente a este aliento. Quien asume una firme postura basada en la fe puede convertir cualquier adversidad en un trampolín para un nuevo desarrollo.
Shin’ichi quería transmitir a los miembros su convicción de que para transformar un gran mal en un gran bien y concretar el kosen-rufu era crucial practicar y llevar adelante la fe en total concordancia con las enseñanzas del Buda. Y continuó:
–Al final del escrito Sobre la práctica de las enseñanzas del Buda, que enfatiza la importancia de practicar con el espíritu de no escatimar la vida, el Daishonin instruyó en estos términos al destinatario: «Conserven esta carta en su poder en todo momento, y léanla constantemente». Permítanme compartir lo que ha dicho Nichikan Shonin sobre este fragmento:
«Llevar a la práctica la fe de acuerdo con las enseñanzas del Buda no es cuestión de observar formalidades ni de poseer una comprensión intelectual del budismo. En otras palabras, significa practicar el budismo con el pensamiento, la palabra y la acción».
A partir de ese día de Año Nuevo, siempre que se encontraba con alguno de los máximos líderes, le hacía la misma pregunta: «¿En qué reunión de diálogo participará este mes?». Ese año, la Soka Gakkai estaba promoviendo una actividad nueva llamada «Foro humano» basada en los principios de autonomía, libertad e igualdad; su meta era crear un lugar donde las personas pudieran reunirse y conversar francamente. En otras palabras, buscaba devolver el humanismo a una sociedad fragmentada y alienada, mediante el establecimiento de una red espiritual. Las reuniones de diálogo (zadankai) fueron el ámbito elegido para estos foros que se iniciaron bajo la directriz de realizar reuniones que promuevan el desarrollo humano.
Esos contactos amistosos (zadankai), el estudio de las enseñanzas del Daishonin, la transmisión del budismo y la orientación personal son los cuatro pilares, los componentes principales del movimiento del kosen-rufu. Las reuniones de diálogo, en particular, son la base de todo, pues en ellas se llevan a cabo las otras tres actividades. Las reuniones de diálogo son lugares en los cuales las personas se apoyan e inspiran mutuamente, son el principal campo de batalla del kosen-rufu.
A través de la serie de artículos que aparecieron en el Diario Seikyo (periódico de la Soka Gakkai), Shin’ichi Yamamoto aconsejó, desde diversas perspectivas, cómo llevar a cabo reuniones de diálogo fructíferas, ya que estas eran una importante tradición de Gakkai.
En el capítulo «Maestro de la Ley» del Sutra del loto, el buda Shakyamuni dice: «Si uno [de estos buenos hombres y estas buenas mujeres, en la época posterior a mi muerte] puede exponer secretamente el Sutra del loto a una persona, aunque sea una sola frase, debéis comprender que esa persona es el emisario de El Que Así Llega. Ha sido enviado por El Que Así Llega para llevar a cabo su labor». [3]
Shin’ichi citó este fragmento y dijo que aunque a la reunión asistiera solo una persona, la figura central debía poner todo su empeño para hablar con ella sobre el budismo del Daishonin. Enfatizó que esta es la conducta de un buda. También dijo que era crucial hablar de un modo que alentara e inspirara a los asistentes, para lo cual recordó que «la voz realiza la tarea del Buda». [4]
Nichiren Daishonin escribe: «Enséñeles a otros con toda su capacidad, aunque solo sea una oración o frase». [5] Es crucial que cada participante sienta que es la figura central y que pueda hablar sin inhibiciones sobre las alegrías de la fe y la grandeza del budismo.
El 20 de enero se realizó la 22° Reunión Nacional del Departamento Juvenil, con la participación de Shin'ichi Yamamoto. El responsable del Departamento Juvenil de Kyushu dio las palabras de apertura; luego, la líder del Departamento Juvenil Femenino Mikako Kitsukawa subió al estrado y habló acerca de expandir el círculo de amistad entre las jóvenes. Remarcó que una de las raíces del sufrimiento de las jóvenes era la creencia de que la dicha está fuera de nosotros y nos debe ser concedida. Pero la felicidad es algo que debemos crear en nuestros corazones, a través del propio esfuerzo, y no se puede lograr sin trabajar por ella. El famoso escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) proclamó: «Quien se burla de la vida / jamás puede prosperar. / Quien no se domina a sí mismo / permanece por siempre esclavo». [6]
Nadie está libre de sufrimiento. Por muy espléndida que pueda parecer la vida de las personas desde afuera, todas tienen problemas y preocupaciones. Se pueden experimentar momentos apacibles de dicha durante algún tiempo, pero esto jamás dura eternamente. El sufrimiento es una parte inevitable de estar vivo. La desdicha proviene de ser derrotado por el dolor, de perder toda esperanza y sucumbir a la desesperación. El único modo de evitarlo es forjar un espíritu resistente y amplio, que no pueda ser azotado por ningún vendaval.
Cuanto más grandes sean nuestros problemas y dificultades, mayor será la felicidad cuando los superemos. De hecho, en el mismísimo proceso de desafiar la adversidad, nuestra vida pulsa con alegría y realización, y surge en nuestro interior un grandioso manantial de felicidad. El esfuerzo para transformarnos en personas fuertes, dinámicas y comprensivas se llama revolución humana. Mikako Kitsukawa declaró que esto, en sí, es el propósito de la fe.
Después de las palabras del responsable del Departamento Juvenil y de un vicepresidente de la Soka Gakkai, llegó el momento de que hablara Shin’ichi. Enfatizó en estos términos la importancia de tener aspiraciones nobles:
–Desde la revolución industrial, la sociedad ha olvidado el instinto natural de los seres humanos de perseguir metas elevadas, y en lugar de eso, se ha centrado en adquirir bienes materiales. El ideograma chino con el que se expresa la palabra «olvidar» está compuesto de dos caracteres que significan «corazón» y «destruir». Para mí, esto simboliza la idea de que olvidar la importancia de tener aspiraciones elevadas conduce a la muerte del espíritu. Una sociedad que pierde sus aspiraciones humanísticas se volverá fría, plagada de insensibilidad, dogmatismo e ignorancia.
Shin’ichi consideró que las reuniones de diálogo eran los lugares para revitalizar el espíritu y expresó la esperanza de que mediante los esfuerzos del Departamento Juvenil, esos encuentros se convirtieran en «foros humanos» que sirvieran como fuente de inspiración para los participantes.
En este capítulo, el maestro Ikeda narra también la experiencia de una señora, Bao Mei Lan, integrante del Departamento Femenino de Hong Kong.
Había nacido en el barrio chino de Yokohama, prefectura de Kanagawa; su familia había emigrado al Japón durante la generación de su abuelo y allí había llevado adelante un restaurante chino. Sus padres eran japoneses de nacimiento, pero nacionalizados chinos. Entonces, en julio de 1937, comenzó la guerra chino-japonesa. Cuando estalló la guerra, el padre de Bao Mei Lan y sus dos hermanos mayores permanecieron en el Japón, mientras que el resto de la familia fue a Hong Kong con la ayuda de parientes de la madre que vivían allí.
En 1940, fueron juntos a Guangdong, China, la provincia natal de su abuelo. Un día, Bao Mei Lan y otra estudiante de ultramar iban por la calle conversando en chino, cuando dos hombres las abordaron y les gritaron:
–¿Por qué no hablan el idioma nacional? ¡Hablen japonés!
Uno de ellos golpeó en la cara a la amiga de Bao Mei Lan.
Ser privada del derecho a hablar en su lengua nativa fue una experiencia humillante, era como si le negaran su identidad. Poco después de la guerra, Bao Mei Lan fue contratada para trabajar en la oficina del Instituto en el cual se había graduado. El año siguiente a la finalización de la guerra, Bao Mei Lan se casó en Taiwán con Chan Chai Man. El 28 de febrero de 1947, se produjo en Taiwan un violento levantamiento conocido como el «Incidente del 28 de febrero». Alguien colocó un cartel en la casa de los Chan, quienes provenían de Guangdong, etiquetándolos de chinos continentales y haciéndolos blanco de ataques. Taiwán ya no era seguro para Bao Mei Lan. Tras el nacimiento de su hija, anheló encontrar un lugar donde su familia pudiera vivir en paz. La pareja decidió volver a Guangdong, y de algún modo se las arreglaron para abordar un buque de carga. En octubre de 1949, se estableció en el continente la República Popular China. En estas nuevas circunstancias, Bao Mei Lan, quien había regresado al continente desde Taiwán, fue considerada con suspicacia como una posible espía y era observada con extremo cuidado. Dándose cuenta de que tampoco estaba a salvo en Guangdong, maldijo su suerte preguntándose qué había hecho para merecer ese trato y adónde podía ir para tener una vida pacífica y feliz.
Chan Chai Man escuchó por primera vez sobre el budismo de Nichiren Daishonin de boca de su amigo. Alentado por éste, ingresó en la Soka Gakkai en agosto de 1962. Poco tiempo después, Bao Mei Lan abrazó la fe en el budismo del Daishonin. Su salud había sido siempre frágil; sufría del corazón, tenía mareos, palpitaciones y ahogos. Empezó a practicar con cierto escepticismo, pero después de solo una semana los mareos cesaron y los demás síntomas también desaparecieron.
Un mes después de empezar a practicar, Bao Mei Lan se encontró por primera vez con Shin’ichi Yamamoto en una reunión del cabildo Hong Kong, realizada en el edificio Lap Shun, en Kowloon. El aliento de Shin’ichi estuvo impregnado de energía: «La clave para la felicidad está en construir un espíritu fuerte e invencible, extraer la sabiduría para crear valor y forjar un yo rebosante de esperanza y alegría». Luego, dijo que la dicha y la paz comienzan con la transformación de la propia vida, es decir con la revolución humana, y agregó que el budismo del Daishonin enseña cómo lograrlo. Luego, Shin’ichi les pidió a todos los presentes que hicieran de Hong Kong un reino de felicidad.
Bao Mei Lan se sintió sacudida. Siempre había pensado que, si iba al lugar correcto, podría encontrar la felicidad. Pero jamás había disfrutado de una vida segura, ni en el Japón, donde había nacido, ni en Taiwán, ni en Guangdong. Shin’ichi había dejado en claro dónde se hallaba la felicidad: ¡en su interior! El único camino era construir un espíritu fuerte para no ser derrotada por la adversidad, y acrecentar la riqueza del corazón para crear valores en cualquier circunstancia. Si todas las personas hacían su revolución humana y cambiaban, se lograría una sociedad pacífica.
Decidió propagar el budismo del Daishonin y hacer de Hong Kong un lugar genuinamente dichoso. Como dice el Daishonin en Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente: «Y ahora, el lugar en el que Nichiren y sus seguidores entonan Nam-myoho-renge-kyo, sea […] en los valles de las montañas o en los campos agrestes […], todos estos lugares son la Tierra de la Luz Eternamente Tranquila». [7] Bao Mei Lan hizo el profundo juramento de dedicar la vida al kosen-rufu y, junto con su marido Chan Chai Man, trabajó con denuedo para lograr esa meta.
Poco después, obtuvo el puesto de maestra en una escuela de idioma japonés. También ofreció sus servicios como intérprete para los miembros de habla china en los cursos de capacitación de Gakkai en el Japón y en otras actividades. Cuando comenzó la publicación del periódico de la Soka Gakkai de Hong Kong Li Ming Sheng Bao, contribuyó traduciendo el Gosho y las orientaciones. A través de todo esto, llegó a darse cuenta de que su vida, con todas sus vicisitudes, tenía un propósito maravilloso. Al haber aprendido el japonés y experimentado en carne propia los horrores de la guerra, tenía la misión de propagar el budismo del Daishonin en bien de la paz y de la felicidad del pueblo de Hong Kong. Había preparado su vida hasta ese momento para cumplir esta misión. [8]
CITAS
[1] IKEDA, Daisaku: The Human Revolution (La revolución humana), vol. I, Santa Mónica, California: World Tribune Press, 2004, pág. viii.
[2] Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 1168.
[3] The Lotus Sutra (Sutra del loto), trad. al inglés por Burton Watson, Nueva York, Editorial de la Universidad de Columbia, 1993, pág. 162.
[4] Véase The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), traducido por Burton Watson, Tokio, Soka Gakkai, 2004, pág. 4.
[5] END, pág. 408.
[6] Goethe, Johann Wolfgang von: “Hazme Xenien” (Epigramas gentiles), en Lust auf Goethe (Inclinación por Goethe), recopilado por Manfred Schreiner, Domino Verlag Günter Brinek GmbH, Munich, 1999, pág. 66.
[7] The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), traducido por Burton Watson, Soka Gakkai, Tokio, 2004, pág. 192.
[8] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Buenos Aires: Azúl Índigo, 2018, vol. 18, capítulo «Pasos dinámicos», pág. 194.