Humanismo Soka
El trabajo puede ser un gran escenario para nuestro desarrollo como profesionales, pero también como seres humanos. Es allí donde se ponen en juego distintos aspectos de nuestra personalidad, y donde tenemos la oportunidad de pulir nuestro comportamiento. Además, el trabajo, inmerso en la comunidad en la que vivimos, nos permite entablar nuevas relaciones humanas y conocer más perspectivas sobre el mundo que compartimos. Es el espacio en el que tenemos la oportunidad de realizar contribuciones positivas a la sociedad a partir de nuestro esfuerzo.
Todo esto suena muy bien, ¡pero a veces es complejo ponerlo en práctica! Es por esta razón que hoy compartiremos algunos fragmentos de diferentes disertaciones del maestro Ikeda en relación al trabajo.
Tener la actitud de «hacer el trabajo de tres»
Aunque a veces sentimos ganas de hacer lo menos posible, la realidad es que esa inercia es enemigo de la felicidad. Por el contrario, mientras más nos esforcemos, sea lo que sea lo que estemos haciendo, más podremos expandir nuestras capacidades. Si vencemos nuestras tendencias internas a la pereza, la negligencia, el enojo, la arrogancia, la desconfianza o lo que sea que se manifieste en nuestra vida, podremos avanzar con la cabeza en alto hacia nuestros sueños. Y si actualmente nos encontramos realizando un trabajo que nos parece insignificante, solo nosotros podremos hacer del mismo el mejor escenario para nuestro crecimiento, haciendo surgir un espíritu de búsqueda capaz de aprender de todas las personas que nos rodean. Sea cual sea la tarea que tengamos entre manos, ¡demos lo mejor y acumulemos muchísima buena fortuna día tras día y mes tras mes! Si vivimos así, llegará el día en el que el trabajo será para nosotros nuestro mayor orgullo y satisfacción.
En un diálogo con el maestro Ikeda, un representante del Departamento Juvenil expresó que, en la Soka Gakkai, a menudo se escucha decir «en la fe, hacer el trabajo de uno; en el empleo, el trabajo de tres». El maestro Ikeda expresó que esta frase se refiere a la postura de esforzarse. Y añadió:
«Si deciden esforzarse como tres personas juntas, obtendrán la fuerza motriz para desarrollarse y para mejorar, tanto en su lugar de trabajo como en la comunidad donde viven. La fe es el recurso que les permitirá actuar así. Empiecen por el daimoku [repetición de Nam-myoho-renge-kyo], y luego esfuércense en forma coherente con su oración. A eso se refiere la expresión «la fe se manifiesta en la vida cotidiana». El trabajo forja y modela la personalidad. Para los jóvenes, el lugar de trabajo es un importante escenario en el cual hacer su revolución humana. Los que pueden ver las cosas de ese modo son personas fuertes.
En sus escritos, el Daishonin también enseñó a su joven seguidor Nanjo Tokimitsu la importancia de la propia actitud hacia el trabajo. Por ejemplo, escribe: “Ser leal al señor feudal significa que uno nunca tenga nada de qué avergonzarse en la forma en que le ha prestado servicio. […] Pues aunque la lealtad al principio pase inadvertida, con el tiempo será abiertamente recompensada”. Por favor, no hagan nada que, en un futuro, pueda avergonzarlos o que deban lamentar. Les pido que siempre sean sinceros y honestos, aun cuando nadie parezca darse cuenta de sus esfuerzos. Esta es la clave para triunfar. Los que siempre dan lo mejor en el lugar de trabajo, sea cual fuere su cargo, obtienen el tesoro más valioso de todos: la confianza de los demás». [1]
La importancia de la puntualidad
En el capítulo «El rugido de león», del volumen 18 de su novela La nueva revolución humana, el maestro Ikeda cuenta sobre una visita que realizó al edificio del diario Seikyo. Aquel día, alentó a los jóvenes empleados sobre la postura que debemos tener en el trabajo:
«Después de recorrer el edificio fue al Departamento Editorial de Asuntos Generales en el tercer piso y se sentó en un escritorio en el que había un libro abierto donde los integrantes del plantel ponían sus sellos personales al llegar cada mañana.
Se revela mucho sobre la vida y la actitud de la persona hacia el trabajo, observando su llegada a la oficina. Algunos se presentaban temprano y empezaban de inmediato a trabajar en los artículos. Otros se ponían a limpiar afanosamente los escritorios de todos. Algunos se sentaban y comenzaban a leer juntos los escritos de Nichiren Daishonin. Pero otros no aparecían, pese a que se aproximaba la hora de inicio de su labor.
En el tono de voz al saludar también se refleja la personalidad y la pasión por el trabajo. Ese día, cuando llegaron, los empleados del Diario Seikyo se sorprendieron al ver a Shin’ichi sentado ante el libro de asistencia. Algunos lo saludaron enérgicamente; otros se quedaron mudos de sorpresa. Cerca de las 9, hora de inicio de la actividad laboral, entró corriendo un joven reportero; llevaba el sello en la mano, listo para registrar la asistencia, y así lo hizo. Iba tan apurado que ni siquiera advirtió que Shin’ichi estaba allí. Con expresión de alivio, levantó la cabeza y lo vio justo frente a él.
—¡Ah! —exclamó con un pequeño grito.
—Buenos días —dijo Shin’ichi riendo—. Tiene que tratar de llegar un poco más temprano.
A otro de los reporteros que había llegado tarde, le habló con tono amistoso:
—¿Qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde?
—Lo siento. Me quedé dormido.
—¡Qué sincero eres! ¿Estás bien? ¿Estás muy cansado?
—No, estoy bien.
Shin’ichi, aliviado por la respuesta, dijo:
—El presidente Toda era muy estricto con respecto a cómo empezamos el día laboral. Jamás confiaba en los empleados que se apuraban en el último minuto o que llegaban tarde al trabajo. Creía que ese comportamiento era señal de una personalidad indisciplinada, irresponsable o astuta.
Evocando a su mentor Josei Toda, Shin’ichi habló con ternura del tiempo que habían pasado juntos:
—El señor Toda solía reprender con severidad a quienes llegaban tarde al trabajo; decía: “¡Si te presentas tarde, todo el esfuerzo por llegar habrá sido en vano!”. Creía que todo el equipo se desplomaría si tan sólo un integrante no acudía puntualmente para cumplir con la tarea que tenía asignada en el inicio de una contienda. Yo siempre llegaba treinta minutos antes, y limpiaba la oficina mientras esperaba a los demás. Si empiezan a limpiar sus armas después de comenzada la batalla, no van a poder combatir.
»En un ser adulto y responsable, el hecho de llegar tarde es un acto semejante a mellar la confianza que los demás han depositado en él. Nuestro comportamiento en la sociedad revela nuestro carácter. Si en repetidas oportunidades se quedan dormidos, y a causa de ello, llegan tarde al trabajo, en un momento dado tendrán que mentir para cubrir la falencia. Pero esa deshonestidad quedará rápidamente expuesta, dañando aún más su reputación. Les aseguro que es muy difícil recuperar la confianza perdida.
»Lo primero es triunfar cuando comienza el día. La revolución humana no es una noción abstracta, sino la suma de los desafíos en las cuestiones cotidianas.
—¡Comprendo! —respondió el joven—. ¡Eso haré!» [2]

La fe se manifiesta en la vida cotidiana
En otra ocasión, representantes del Departamento Juvenil de la Soka Gakkai preguntaron al maestro Ikeda sobre la cuestión del trabajo, a lo cual respondió:
«[...]es un tema muy importante, con el cual tienen que lidiar, invariablemente, todos los jóvenes. Los escritos del Daishonin contienen enseñanzas de gran sabiduría para triunfar en el trabajo. Jamás olvidaré la inspiración que sentí en mis épocas de principiante en la fe, cuando leí este pasaje: “Considere el servicio que presta a su señor feudal como la práctica del Sutra del loto”. El Daishonin nos exhorta a considerar que el trabajo es parte de nuestra práctica budista. El empleo o la actividad profesional nos brindan una oportunidad para elevar y expandir nuestro estado de vida. Las palabras del Daishonin nos infunden coraje y nos permiten ampliar nuestra perspectiva de las cosas.
He trabajado toda mi vida. Aun de niño, trabajaba sin descanso. Mi padre sufría de un reumatismo que lo invalidaba físicamente, y mis cuatro hermanos, uno tras otro, habían sido reclutados por el Ejército durante la guerra. De los hijos que habíamos quedado en casa, yo era el mayor, así que me levantaba antes de que amaneciera y ayudaba en el trabajo familiar, dedicado a la producción de algas.
Una vez que terminaba allí, salía a repartir diarios. Además, también me tocaba repartir al mayorista las algas producidas en nuestro local.[...] Me enorgullece decir que, en mi juventud, en todos los empleos y trabajos que tuve, de verdad me consagré al máximo y di lo mejor.
Nada es tan noble como esforzarnos por hacer del mundo un lugar mejor. No hay ninguna necesidad de preocuparnos excesivamente por la clase de trabajo que nos toca hacer, por la magnitud de la empresa donde nos desempeñamos o por la posición que ocupamos en ella. Los que entonan Nam-myoho-renge-kyo y se esfuerzan cada día para contribuir a la sociedad están siguiendo el camino correcto para el logro de la Budeidad en esta existencia». [3]

Afrontar dificultades económicas
Actualmente, son muchas las personas que, debido a la situación económica, viven su realidad laboral con mucha preocupación. Quizás algunos tienen que sostener a su familia con más de un trabajo, tienen menos tiempo para estudiar o se sienten abrumados por la incertidumbre. Sin embargo, lo importante es desafiarnos con alma y vida, dispuestos a no ser vencidos jamás. Las circunstancias no nos definen, ni tampoco debemos depositar nuestra felicidad en las cambiantes circunstancias económicas. A través de nuestra determinación interna, sin falta podremos transformar cualquier sufrimiento que estemos atravesando.
Al respecto, el maestro Ikeda alentó a los jóvenes:
«Sé cómo se sienten… En mi juventud, tuve que hacer frente a la quiebra de la compañía del maestro Toda. En la crisis económica que se desató después de la segunda guerra mundial, muchas pequeñas y medianas empresas fueron empujadas a la bancarrota. Yo tenía poco más de veinte años, en esa época. Sé en carne propia lo que se siente cuando quiebra la empresa en la cual uno trabaja. No obstante, yo me puse de pie y me ocupé de que se saldaran las gigantescas deudas que pendían sobre los hombros del maestro Toda. Luché frenéticamente, y logré revertir por completo la situación, de acuerdo con el principio budista de “convertir el veneno en remedio”.
La situación actual es extremadamente difícil, en especial para los jóvenes. Hubo una enorme disminución en la oferta de trabajos de jornada completa, así que las cosas son muy distintas de cómo eran hace veinte o treinta años. Además de nuestro esfuerzo individual, necesitamos considerar y transformar el estado actual de la sociedad. Imagino la lucha constante que tienen que librar, cada día, los que son dueños de su propio negocio…
Nichiren Daishonin escribe: “El hierro se convierte en una magnífica espada cuando es sometido al fuego y a los golpes”. También expresa: “El oro, expuesto al fuego, adquiere su punto de pureza”. Todos los esfuerzos que hagamos en esta época se convertirán en nuestro más grande tesoro. Cuando enfrentamos la adversidad cara a cara, y superamos los obstáculos, nuestra vida adquiere un brillo fulgurante como el de una espada alhajada o como el del oro puro.
La única forma es hacer daimoku seriamente, esforzarnos, e ir superando un escollo tras otro, con perseverancia. La práctica budista tiene lugar en el mundo real y en la sociedad. El Daishonin escribe: “El verdadero Camino yace en los asuntos de este mundo”, y también afirma: “La persona de sabiduría no es la que practica el budismo alejada de los asuntos mundanos, sino, antes bien, la que comprende cabalmente los principios con los que el mundo se gobierna”. Practicamos el budismo del Daishonin para poder desarrollarnos y mejorar, para poder hacer nuestra revolución humana en el lugar de trabajo, en la familia y en la comunidad donde vivimos.
Lo hacemos para poder crear el máximo valor posible, allí donde nos toca estar.
El budismo del Daishonin no enseña a escapar a un mundo donde se fantasea una existencia ideal, ni a otra época distinta de esta. La evasión no concuerda con la enseñanza de la Ley Mística; el budismo de Nichiren Daishonin es una filosofía viva, comprometida con la transformación de las cosas reales. Por eso, uno de los títulos del buda es “Héroe del Mundo”. La SGI ha seguido este valiente camino». [4]
Orar para triunfar en el trabajo
En el capítulo El faro, de La nueva revolución humana volumen 24, el maestro Ikeda narra la experiencia de una joven:
«Yuko Shirota, una miembro de la División Juvenil Femenina, que trabajaba en la galería de arte de una importante tienda, tomó la firme decisión de convertirse en alguien capaz de demostrar la prueba real de la victoria en su ámbito laboral para poder informar de ello al presidente Yamamoto.
Desde que ingresó en el gran almacén, la orientación de Shin’ichi fue para ella un gran aliciente que la ayudó a superar las sucesivas dificultades que debió enfrentar tanto en la fe como en su trabajo.
Al principio, le asignaron la tarea de atender a los visitantes que llegaban a la galería. Tenía que estar de pie durante todo el día y brindar los saludos con gracia.
Se sentía muy feliz y consideraba que era un beneficio haber conseguido un lugar en esa compañía. Pero pronto, el tener que permanecer erguida durante horas, todos los días, se convirtió en un sufrimiento. Fue en ese momento, cuando una antecesora en la fe compartió con ella la orientación de Shin’ichi acerca de ser la mejor en el lugar de trabajo.
Se preguntaba: ¿Qué significará sobresalir en el oficio si mi labor es simplemente estar todo el día en pie?
Pensó en esta cuestión mientras entonaba daimoku. Y entonces se le ocurrió: “Estar de pie es algo que cualquiera puede hacer. Pero mi trabajo es justamente eso. Entonces, debo convertirme en una profesional en el arte de permanecer de pie. Debe de haber un modo de estar en esa posición elegantemente y causar la mejor impresión a los clientes”.
Shirota pensó en la mejor postura y trató de perfeccionar la técnica. En el proceso llegó a darse cuenta de que estar afirmada sobre los propios pies, sin nada en que apoyarse, es lo básico para la vida. Esto la llevó a reflexionar sobre cómo se comprometía con cada aspecto de su existencia. Tiempo después, la pusieron a cargo del cuidado de las obras de arte y las artesanías. Su función consistía únicamente en pulir y limpiar sin dañar los objetos valiosos. Pensó “Estoy segura de que también puedo aprender algo importante de esta nueva tarea”. Convencida de esto, entonó daimoku fervorosamente.
Shirota hacía daimoku y trataba de actuar conforme a la orientación de Shin’ichi de que la práctica budista implicaba también pulirse a través del trabajo. Un día, uno de sus superiores en la galería le dijo:
—Algunos integrantes de la realeza europea cuidan y pulen personalmente sus objetos de arte, lo consideran un pasatiempo disfrutable y no quieren confiarle la labor a nadie más. Usted está haciendo lo mismo.
Cuando observó las cosas de ese modo, sintió satisfacción y alegría por su oficio.
La actitud hacia el trabajo puede cambiar nuestro enfoque y motivación. Al encontrarle sentido incluso a la tarea aparentemente más monótona y aburrida, comenzamos a crear valor.
A medida que se dedicaba con alegría a su tarea, Shirota tomó una determinación profunda: “No trabajo sólo para ganar un sueldo. El lugar donde me desenvuelvo es mi centro de capacitación y allí me puliré como persona. Incluso si mi tarea consiste simplemente en servir el té o ayudar a otros, jamás creceré como trabajadora si la veo sólo como algo temporal hasta casarme. Todo trabajo es indispensable e importante. Para tener dominio en cualquier labor necesito esfuerzo, creatividad e ingenio. Si mi tarea consiste en preparar el té, seré una profesional en la materia. Si es hacer copias, me destacaré en ese ámbito. Preparar incluso una sola copia revela la actitud de una persona y refleja su grado de sinceridad. Quienes se encuentran alrededor me observan como miembro de la Soka Gakkai. Eso significa que esforzarse al máximo en sacar incluso una simple copia es una forma de contribuir al kosen-rufu. Cualquiera sea mi posición, me desafiaré para sobresalir en lo que hago. ¡Ese es el modo en que un miembro de la Soka Gakkai debe responder a la orientación del presidente Yamamoto!”.
Shirota continuó limpiando y puliendo los objetos de arte y de artesanía cuidadosa y diligentemente, con todo el corazón. Después de algunos años, sin darse cuenta, había adquirido la capacidad de juzgar la calidad de diversas obras de arte.
Sus superiores y sus compañeros de trabajo habían estado observando su actitud». [5]

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CITAS
[1] IKEDA, Daisaku: Los jóvenes y los escritos de Nichiren Daishonin, «El trabajo y la fe». Traducción del artículo publicado el 17 de febrero de 2010 en el Diario Seikyo, periódico de la Soka Gakkai.
[2] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 18, capítulo «Rugido de león»: Buenos Aires, Azúl índigo, 2018.
[3] IKEDA, Daisaku: Los jóvenes y los escritos de Nichiren Daishonin, «El trabajo y la fe». Traducción del artículo publicado el 17 de febrero de 2010 en el Diario Seikyo, periódico de la Soka Gakkai.
[4] Ib.
[5] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 24, capítulo «El faro»: Buenos Aires, Azúl índigo, 2019.