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A los jóvenes universitarios: ¿cuál es el propósito de los estudios?

A los jóvenes universitarios: ¿cuál es el propósito de los estudios?

A los jóvenes universitarios: ¿cuál es el propósito de los estudios?

Humanismo Soka

jueves, 24 de abril de 2025

jueves, 24 de abril de 2025

Así como las hojas de los árboles se van tiñendo de naranja mientras vuelan por la ciudad, el otoño marca un período en el que los estudiantes suelen correr de aquí a allá entre lecturas, evaluaciones y trabajos prácticos. Suele ocurrir que en estos meses el estudio toma cada vez más tiempo e intensidad, mientras que las horas de sueño parecen ir reduciéndose. Por este motivo, hoy queremos profundizar el importante significado del estudio en nuestra vida, para renovar la decisión de triunfar brillantemente sobre cada desafío.

Así como las hojas de los árboles se van tiñendo de naranja mientras vuelan por la ciudad, el otoño marca un período en el que los estudiantes suelen correr de aquí a allá entre lecturas, evaluaciones y trabajos prácticos. Suele ocurrir que en estos meses el estudio toma cada vez más tiempo e intensidad, mientras que las horas de sueño parecen ir reduciéndose. Por este motivo, hoy queremos profundizar el importante significado del estudio en nuestra vida, para renovar la decisión de triunfar brillantemente sobre cada desafío.

Así como las hojas de los árboles se van tiñendo de naranja mientras vuelan por la ciudad, el otoño marca un período en el que los estudiantes suelen correr de aquí a allá entre lecturas, evaluaciones y trabajos prácticos. Suele ocurrir que en estos meses el estudio toma cada vez más tiempo e intensidad, mientras que las horas de sueño parecen ir reduciéndose. Por este motivo, hoy queremos profundizar el importante significado del estudio en nuestra vida, para renovar la decisión de triunfar brillantemente sobre cada desafío.

Lo que define el triunfo en la vida

Una vez, el maestro Ikeda citó la siguiente frase: «La vida es como viajar por un largo camino con un gran peso a cuestas». No podemos eludir los sufrimientos en la vida, ni existe una juventud sin penurias. «Por lo tanto», expresó Ikeda, «solo tenemos dos opciones: triunfar sobre la adversidad o dejar que ella nos derrote».

¿Cómo lograr una condición interna que nos permita crear una vida victoriosa? Todo se reduce a nuestra decisión. Si hacemos surgir un genuino espíritu de desafío ante cada circunstancia, con la firme determinación de superar cada obstáculo y seguir avanzando, sin falta seremos capaces de romper los límites internos y consolidar una gran fortaleza. Los estudios son un medio para desarrollar estos esfuerzos. Sin embargo, el solo hecho de asistir a una universidad no determina que triunfaremos, ni tampoco no ser alumno de la facultad implica un fracaso. En definitiva, «los que triunfan sobre cada desafío que se han propuesto son los que disfrutan de la victoria y de una vida plena de dicha. Esa es la clave de todo», afirmó Ikeda. También, alentó así a los jóvenes:

«Cada uno tiene la más absoluta libertad de elegir su propio camino. Se trata de su vida. Nadie más puede decidir qué es lo mejor para ustedes. Sin duda, las palabras de los antecesores son muy sensatas, pero quisiera enfatizar que el lugar adonde vayan a estudiar no es lo que determina cómo será su vida. Mucho más importante que eso es que tengan la firmeza y el carácter necesarios para ponderar cuidadosamente de qué manera deben vivir. La fortaleza interior y profundidad de discernimiento que adquieran son, en definitiva, los factores que determinarán si su existencia será plena y satisfactoria.

Durante la época caótica posterior a la guerra, la empresa del maestro Toda en la que yo trabajaba estaba a punto de quebrar. Uno de mis antecesores me dijo al respecto: “Sean cuales fueren las circunstancias que debas enfrentar, tienes que vivir con el espíritu de que ‘quien no arriesga, no gana’”. Tal vez les parezca una recomendación un tanto simplista, sin embargo, nos enseña una profunda verdad sobre la vida. Si tienen el coraje de correr un riesgo, sin la menor duda, estarán abriendo un camino para seguir adelante.

Quiero recalcar que su futuro no depende de la institución en que se gradúen. Solo depende de ustedes mismos y de la clase de persona que sean.

¿Acaso tenemos asegurada la felicidad porque egresamos de una universidad prestigiosa? Sabemos muy bien que no es así. Y, del mismo modo, el hecho de haber estudiado en establecimientos considerados de segundo o tercer rango, ¿implica que han fracasado? Por supuesto que no. Muchas grandes personalidades no completaron más que la escuela elemental.

Conozco muchas personas que solo tienen estudios secundarios y que, en la actualidad, están contribuyendo enormemente con la sociedad. El maestro Makiguchi, que fue un gran educador, solía decirles a sus alumnos que, aunque no pudieran asistir más que a la escuela primaria o secundaria por razones económicas, tenían que llegar a ser personas que pudieran algún día emplear o administrar gente egresada de excelentes universidades. Entonces, aun sin ningún título superior, podrían considerarse excelentes alumnos de la universidad de la vida.

Quiero pedirles a ustedes, miembros del Departamento Juvenil, que estudien arduamente durante su juventud. Espero también que, como parte de su aprendizaje o para perfeccionarse aún más, asistan a la universidad. Aquí, en el Japón, vivimos en tiempos de paz, de modo que, en principio, tienen buenas oportunidades de estudiar con tranquilidad. La época de la juventud es la etapa ideal para hacerlo. Tengan la seguridad de que, si estudian cuando son jóvenes, estarán acumulando un capital invalorable para el resto de su vida.

Cuando yo tenía la edad de ustedes, Japón estaba en guerra. Por más que deseara ardientemente estudiar, no tenía la libertad de hacerlo como yo ansiaba. Estudiar inglés, por ejemplo, estaba prohibido, por ser el “idioma del enemigo”. Del mismo modo, cuando finalizó la contienda, todo estaba tan convulsionado, y la economía del país estaba tan devastada, que seguía siendo muy difícil estudiar. Pero yo estaba decidido, de modo que me inscribí en la escuela nocturna. Recuerdo que devoraba todo libro que caía en mis manos. Les aseguro que todo lo que aprendí en esa época me ha resultado de gran utilidad en la vida».

Despertar un gran espíritu de desafío

A veces, olvidamos el entusiasmo que alguna vez nos despertó lo que estamos estudiando, o nos abruma el tiempo y esfuerzo que conlleva. Por eso, es importante encarar con confianza cada tarea, guardando la convicción de que es la oportunidad perfecta para cultivar y nutrir nuestra capacidad para convertirnos en los profesionales y personas que soñamos ser. Cualquiera sea la actividad que elijamos, es crucial tener esta decisión: «¡Voy a ser el número uno en mi especialidad!» Así, cada escenario que se nos presente en el curso de nuestros estudios se convertirá en la ocasión ideal para desarrollarnos.

El maestro Ikeda expresó: «Realmente, todo el conocimiento que pueden obtener allí es un medio de cultivar su espíritu y de desarrollarse. La educación superior es también una excelente herramienta para forjar la personalidad. Lo que distingue en todo el mundo a las personas más capaces es su amplio conocimiento y erudición. Los estudios superiores les van a permitir adquirir un gran nivel de desarrollo personal.

Podríamos comparar ese esfuerzo con escalar una gran montaña. A medida que van ascendiendo, pueden contemplar un panorama cada vez más amplio y llegar cada vez más lejos con la mirada. Entonces, lo que antes era difícil de distinguir, aparece claramente ante sus ojos».

Es natural que tengamos más facilidad con algunas cosas que con otras. La verdad es que, ante cualquier meta que nos propongamos, hay que realizar grandes esfuerzos. No sirve de nada simplemente quejarnos de lo difícil que es o asumir que es demasiado para nosotros: perderse en ensoñaciones no hará que los objetivos se cumplan. ¡Decidamos, entonces, no eludir el esfuerzo! Si algo nos cuesta, estudiemos el doble o el triple que los demás. Nuestro maestro nos alienta: «Es imposible crear algo grandioso sin esfuerzos denodados, pues no existen atajos en la ruta del aprendizaje. Por favor, estudien con un ahínco tal, que puedan sorprender a los demás. Con esa idea en mente deben emprender la tarea. Luego, en el futuro, el inmenso empeño que pongan ahora se convertirá en el recuerdo más significativo, maravilloso y pleno de su etapa juvenil. La más noble condecoración de honor de los años de juventud».

Por otro lado, pensar que gracias al daimoku podremos «salir al paso» o «zafar» es un grave error. Esta visión distorsionada de la fe equivale a orar ante una olla para cocer arroz, pero sin colocar efectivamente el cereal adentro. Nunca disfrutaremos de su sabor si no realizamos la acción de cocinarlo. «En lo que se refiere al estudio, solo resulta victorioso aquel que se empeña más que ninguno. No hay nada más lógico. La fe, por su parte, es la base que fortalece nuestro espíritu, para que podamos realizar y sostener ese esfuerzo sin pausa», explica el maestro Ikeda.

¿Qué hacer en el futuro?

Puede ocurrir que haya quienes no tengan claro de qué manera desean desenvolverse en la sociedad una vez finalizada la etapa de estudios. Quizás nos interese más de una cosa, o puede que nada nos llame la atención suficiente. Al respecto, el maestro Ikeda expresó: «Pueden tomarse el tiempo que haga falta para decidir. No es necesario que se precipiten. Una vez que hayan comenzado con la universidad, van a estudiar diferentes materias y a intercambiar opiniones con nuevos compañeros; entonces, poco a poco, tendrán un panorama más claro del rumbo que quieren seguir. Lo que es de veras importante es que pongan lo mejor de sí mismos en cada desafío que se presente. De ese modo, irán descubriendo, con el tiempo, cuál es su misión. [...]

Creo que si uno tiene la oportunidad de asistir a la universidad, aunque no sea la que más le interesa, sería muy bueno aprovechar la ocasión. Ser estudiante de una universidad de primer nivel no es ninguna garantía de que uno vaya a ser, igualmente, una persona de primer nivel. La única manera de lograrlo es a través del propio esfuerzo. Por favor, no se olviden nunca de ese punto.

La universidad es tan solo un medio para acceder a una meta. Ustedes son esa meta. Ustedes, que tienen el propósito de llegar a ser excelentes personas y de vencer en todos los aspectos de su vida. El gran triunfo o la gran derrota se hacen evidentes en los últimos años de nuestra existencia. Que las cosas, en un principio, no marchen como ustedes esperan, no significa en absoluto que no puedan lograr una gran victoria. [...]

De todas maneras, la decisión de estudiar en una escuela vocacional o buscar una carrera corta o larga en la universidad depende absolutamente de ustedes; son ustedes los que deben considerar su situación personal y familiar; también deben tener en cuenta su aptitud y vocación académica, así como sus deseos y aspiraciones. Si consideran todos esos factores y toman la decisión correcta, no tendrán motivo de arrepentimiento en el futuro. Desde luego, es muy importante que consulten con sus padres, profesores, amigos o antecesores. Pero, una vez que hayan resuelto y se pongan en marcha, no se echen atrás. No tiene sentido vacilar todo el tiempo y lamentarse de las decisiones que han tomado.

Los demás son los demás, y ustedes son ustedes. No lo olviden nunca, por favor. Sentir celos o envidia, y pensar constantemente: “¡Ay, ojalá yo fuera como esa persona!” es algo que deben evitar a toda costa. Anhelo que cada uno construya su propia personalidad, una personalidad sólida e inquebrantable.

La victoria o la derrota en la vida es algo que se decide no en las primeras páginas de nuestra historia personal, sino, justamente, en el último capítulo de nuestra existencia». 

Por otro lado, es importante esclarecer el propósito por el cual queremos convertirnos en profesionales que gocen de la confianza de su comunidad. ¿Es por nosotros mismos, porque deseamos reconocimiento, o genuinamente queremos realizar contribuciones y aportes positivos a la sociedad a partir de nuestro esfuerzo? El maestro Ikeda siempre alentó a los jóvenes que estudiaron en universidades a trabajar en bien de aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo.

El maestro Toda solía esclarecer la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría, enfatizando en la importancia de que ésta guíe al conocimiento, que por sí mismo no puede generar algo valioso. No nos sirve acumular montañas de conocimientos, pero carecer de sentido común y sensatez para aplicar lo que sabemos en la vida real. El conocimiento permanece en el plano conceptual, mientras que la sabiduría es la fuente de energía que nos permite vivir, luchar y enfrentar cualquier adversidad. El maestro Ikeda siempre alentó a los jóvenes estudiantes a preguntarse: «¿Cuál es el propósito de cultivar la sabiduría? ¡No dejen de hacerse siempre esa pregunta!»

¡Por una existencia victoriosa!

Tener la oportunidad de estudiar es maravilloso. Tampoco es algo excluyente a asistir a una universidad: el espíritu de búsqueda de siempre estar aprendiendo se cultiva en el interior. Los buenos libros pueden hacer de cualquier sitio, un aula. A su vez, asistir a clases expande nuestra propia visión, nos permite compartir opiniones y reflexionar sobre en qué clase de ser humano nos queremos convertir. Cada esfuerzo que realizamos por mejorar en el ámbito académico encierra la posibilidad de un gran crecimiento para nuestra vida.

Para finalizar, compartimos una orientación del maestro Ikeda:

«Las pautas de la sociedad se sustentan en la opinión, buena o mala, que los demás tienen de nosotros. La nación premia a quienes actúan con rectitud y castiga el mal comportamiento. Sin embargo ambos, sociedad y nación, actúan de acuerdo con valores relativos. Pero, a los ojos del Budismo, solo existen la victoria o la derrota. En tal sentido, no hay términos medios. Ya que recuerden, ¿cuál es el propósito primordial de la vida? Ser victoriosos, es decir, ser felices. 

¿Qué es, entonces, la felicidad? En su naturaleza más esencial, es un estado de inmensa plenitud. Cuando puedan experimentar esa plenitud, lucirán los dorados laureles de una vida de profunda satisfacción personal.

Por lo tanto, ¿cómo podemos definir la plenitud? Es lo que alcanzamos cuando podemos vencer todas las dificultades. Sin obstáculos que nos impulsen a desafiarnos, es imposible lograr ese estado de completa satisfacción. Y sin una plenitud rebosante, no hay felicidad.

La dicha separada de la adversidad sencillamente no existe.

Los seres humanos olvidan que es necesario un proceso —llamémosle el trayecto—, en el que hay que batallar contra las dificultades, y buscan sortear todas las etapas para llegar a destino —la felicidad. Sin embargo, remontar las tribulaciones y el sufrimiento es lo único que nos asegura una felicidad colmada de auténtica satisfacción. No importa cuál sea el camino que finalmente vayan a elegir. Anhelo que todos desarrollen una existencia feliz, positiva, y que puedan después proclamar: “¡He triunfado!”»


(Material adaptado de las Conversaciones sobre la juventud, de Daisaku Ikeda, publicado el 9 de septiembre de 1998 en el Koko Shimpo, periódico del Departamento de Estudiantes de la Soka Gakkai).

© Humanismo Soka - 2024

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