Humanismo Soka
Hacer surgir «ganas de estudiar» en bien de los demás
Es natural que no siempre sintamos el mismo entusiasmo o pasión por sentarnos a estudiar. A veces estamos cansados, a veces nos sentimos «saturados», incluso el uso de redes sociales se convierte en una distracción o preferimos hacer cualquier otra cosa antes que quedarnos quietos brindando nuestra máxima concentración al conocimiento. ¡Por supuesto que es algo normal! Sin embargo, vencer estas sensaciones nos abre paso a ser capaces de cultivar y nutrir nuestra vida con las bases firmes del saber. Además, este entrenamiento que enfrentan los estudiantes, siempre trascendiendo los propios límites para adquirir mayor capacidades y conocimientos, desarrolla una personalidad firme, cuya fortaleza los termina beneficiando en distintos aspectos de la vida.
Una vez, le preguntaron al maestro Ikeda qué hacer cuando no tenemos ganas de estudiar, a lo que respondió:
«¡Ah, eso mismo les pasa a todos! [Risas]. Pero, si lo ven de este modo, el solo hecho de querer dar lo mejor de sí es algo admirable.
Hasta el renombrado historiador Arnold J. Toynbee (1889-1975), con quien tuve el placer de dialogar, dijo que si hubiese esperado para emprender su investigación hasta sentirse plenamente dispuesto, nunca hubiera logrado nada. Por eso, cada día se sentaba en el escritorio a una hora determinada y empezaba a trabajar, con ganas o sin ganas.
Si uno adquiere el hábito de estudiar, naturalmente se sentirá motivado a aprender más y más. El proceso del aprendizaje le resultará interesante y llegará a valorar la importancia que tiene el esfuerzo. Espero que todos se dediquen seriamente al hábito del estudio y que no bajen los brazos ni se desanimen antes de haberlo logrado.
[...] Deseo que siempre se pregunten cuál es la finalidad de sus estudios y de sus investigaciones, mientras vivan.
Si estudian tan solo para ustedes mismos, tarde o temprano llegarán a un punto de estancamiento. Pero cuando uno tiene aspiraciones más elevadas, como estudiar en bien de los demás, de la sociedad o del mundo, aprender es mucho más apasionante. En el proceso, también se convertirán en grandes personas.
[...] Cuanto más estudien, más se extenderán sus sueños. Se volverán más capaces y talentosos, y con esas cualidades podrán ayudar a más personas. Verán que su presencia inspira sonrisas y alegría a sus congéneres. Y, finalmente, crearán un hermoso medio ambiente a su alrededor».[1]

Encontrar la motivación
Más adelante, Ikeda también alentó así a los jóvenes: «[S]iempre hay toda clase de razones válidas para postergar las cosas, ¿no? [Risas]. O el tema es demasiado difícil y uno no lo entiende... O justo cuando uno se iba a sentar a estudiar, vienen los padres a decirle que abra los libros de una buena vez, ¡y eso anula toda la motivación....! [Risas]. O hay algún entrenamiento deportivo o una actividad extracurricular a la que no se puede faltar...
Pero ¿qué sucede cuando la tarea que tenemos que cumplir es algo que nos apasiona? En ese caso, la mayoría de nosotros querrá empezar cuanto antes; estoy seguro de que podríamos pasar horas y horas concentrados en lo que nos gusta...
Si uno quiere averiguar cómo mejorar su rendimiento en el fútbol, cómo tocar un instrumento igual que ese músico que uno tanto admira, o saber qué ropa se usará la temporada que viene, seguramente hará preguntas, recurrirá a la lectura de numerosas fuentes, libros o revistas, y probará diversos enfoques y técnicas. Y todo eso le parecerá divertido e interesante. Uno tiene que hallar la forma de motivarse en sus estudios del mismo modo, para encontrarle a cada asignatura una veta apasionante y entretenida. [...]
Los mejores atletas no solo se entrenan físicamente; muchos de ellos también estudian sobre fisiología y anatomía del cuerpo humano, aprenden sobre nutrición y se interesan en otros campos relacionados con el deporte. Sé que muchos actores y figuras del espectáculo leen muchísimos libros para profundizar en sus aptitudes escénicas y descubrir nuevas fronteras en la interpretación. O si no, observen a sus madres, que saben cómo analizar y responder a la información para conseguir los mejores precios, comprar mejor o administrar la economía doméstica como verdaderas financistas profesionales. Las mujeres siempre están un paso adelante de las tendencias económicas, con un pie en la vida real.
Estos son grandes ejemplos de lo valioso que puede ser el aprendizaje.
Espero que consideren sus actuales estudios en la escuela como los cimientos que les permitirán estudiar libremente cualquier cosa que deseen en el futuro. Se sorprenderían de saber cuántas cosas que hoy parecen poco relevantes luego resultan ser increíblemente útiles. Traten de comenzar por alguna área. Empiecen haciendo un pequeño esfuerzo.
Ser buenos o malos en el estudio, en realidad, es cuestión de que se apliquen o no.
Quizá hoy piensen que el estudio es muy aburrido, pero en ese proceso, atravesarán el cascarón de su pequeño yo y podrán explorar la libertad de un mundo mucho más grande y amplio. Su vida se iluminará, porque el saber es luz.
Los que perseveran en sus estudios con actitud positiva, pase lo que pase, son los que finalmente triunfan.
[...] Cuando alguien construye un edificio, la verdad es que los cimientos no le dan una idea muy cabal del aspecto que tendrá la construcción una vez terminada. De igual modo, cuando el edificio está listo, los cimientos ya no se ven. Aun en ese caso, son las bases lo que permitirá que ese edificio siga en pie durante décadas o siglos.
Lo mismo cabe decir del estudio. Cada esfuerzo que hagan por expandir sus límites contribuirá a fortalecer sus cimientos.
Aceptar el desafío del estudio es, en sí, una hermosa forma de enriquecer su personalidad. Eso les enseñará a pensar, a entrenar su mente y a templar su fuerza interior. En este momento, ustedes están construyendo las bases de su vida. Tal vez sientan que es una tarea repetitiva y pesada, y por lo tanto, aburrida. Pero lo que torna indestructible el cimiento es, precisamente, el trabajo repetitivo y duro. Por eso es importante que hagan un poco cada día, al máximo de su capacidad, y que vayan agregando uno o dos milímetros diarios a esos cimientos».[2]
Sobre las malas calificaciones
Quizás hay veces que, a pesar de nuestros esfuerzos, las notas de los exámenes o trabajos prácticos que realizamos no son altas. Podemos preguntarnos, entonces, ¿qué significan las calificaciones? El maestro Ikeda nos alienta:
«Por supuesto, cuando levantan las calificaciones, es una alegría no solo para ustedes mismos, sino para sus padres, y no hay nada mejor que eso… Pero los puntajes escolares no representan una escala verdadera de su valor como personas. No se comparen con los demás, y no permitan que las calificaciones les hagan perder la confianza en ustedes mismos.
En lugar de eso, propónganse el objetivo de ir mejorándolas, y esfuércense en esa dirección. Intenten hacerlo de a poco. Espero que se desafíen con esta actitud en sus estudios.
Aunque no logren los resultados que se habían propuesto, el esfuerzo dedicado, en sí mismo, contribuirá a su desarrollo y a su crecimiento.
A la larga, las calificaciones son mucho menos importantes que adquirir el hábito de estudiar y mejorar como personas. El que siempre está dispuesto y deseoso de aprender crea una vida de infinitas posibilidades.
Nunca es demasiado tarde para ponerse a estudiar seriamente. Mientras no pierdan la esperanza en ustedes mismos, podrán quizá tener las calificaciones más bajas del curso y aun así mejorar. Y cuando lo logren, significará mucho más, porque sabrán desde dónde empezaron. Lo peor es permitir que un fracaso en el intento de mejorar las calificaciones los lleve a dejar de estudiar.
El éxito es cuestión de perseverancia. Es importante que se esfuercen de verdad y que se apliquen al máximo. No esperen resultados de un día para el otro; lo que cuenta es que persistan y mantengan el esfuerzo. A los que estén estudiando para sus exámenes, quiero decirles lo siguiente: ¡consideren que sus estudios son un entrenamiento para cultivar la mente y desarrollar la perseverancia!»[3]

¿Se puede hacer tarde para estudiar?
El maestro Ikeda prosigue: «No hay ninguna necesidad de recordar el pasado con remordimientos. Pueden empezar a estudiar desde ahora, tomando como punto de partida el lugar donde están en este mismo instante.
A los sesenta años, la escritora alemana Malwida von Meysenburg (1816-1903) declaró: “Estudio y estudio... [...] ¡Y si ansío volver a ser joven es por el único motivo de poder estudiar más!”.
No hay que confundir los títulos académicos con la capacidad de aprendizaje o intelectual. Las credenciales académicas tampoco bastan para juzgar cabalmente el potencial de una persona. La verdadera capacidad de alguien puede medirse por su deseo constante de aprender».[4]
Marie Curie: la pasión por estudiar
A lo largo de la historia, encontramos numerosos ejemplos de personas que, consagradas al estudio, pudieron construir futuros brillantes, más allá de las dificultades que tuvieron que atravesar durante su juventud. Una de ellas fue Marie Curie, física y química polaca, pionera en el campo de la relatividad y la única persona en recibir dos premios Nobel (uno de Física y otro de Química). Sin embargo, su vida no fue fácil.
A los quince años, a pesar de egresar de la escuela secundaria con máximos honores, no pudo continuar sus estudios porque las mujeres no tenían permitido estudiar en la Universidad. Comenzó a dar clases particulares para aportar económicamente en su familia y a asistir a las clases clandestinas de la «Universidad Flotante», sostenida por maestros y jóvenes patriotas bajo el yugo de la Rusia zarista. Las clases secretas debían cambiar constantemente su sede debido a que, si la policía los descubría, todos podían ser encarcelados. Marie Curie escribió: «No es posible construir un mundo mejor sin mejorar a los individuos. Con ese fin, cada uno de nosotros debemos procurar nuestra propia superación, y a la vez tener sentido de la responsabilidad hacia todos los semejantes; es decir, de nuestro deber particular en pro de aquellos a quienes creemos podemos ser de mayor ayuda». [5]
A sus diecisiete años, empezó a dictar clases a un grupo de operarias textiles en el taller de una modista, incluso procurándoles una biblioteca. Su sueño era estudiar en Francia, ya que allí en las Universidades las mujeres eran admitidas. Su hermana mayor, Bronya, también compartía ese sueño, pero sus condiciones económicas no les permitían realizarlo. Entonces, Marie le propuso a Bronya que ella fuera primero, mientras Marie se quedaba trabajando como institutriz y enviándole a su hermana lo que pudiera ahorrar. Bronya fue, y Marie perseveró en sus estudios autodidactas mientras trabajaba todo el día, soportando jefes arrogantes y desconsiderados. Marie escribió: «Aprendí a conocer al género humano un poco mejor estando en ese lugar. Supe que los personajes que describen las novelas existen en la vida real, y que uno no debe relacionarse con personas que se han dejado corromper por la riqueza».[6]
Durante este difícil periodo de su vida, Marie resistió con honestidad y la frente en alto. Estudiar por su cuenta fue duro para ella, por lo que a veces perdía el ánimo y se sentía al borde de la desesperación, sola y angustiada. Sin embargo, este momento se convirtió para ella en un preciado tesoro: a través de estas dificultades, forjó una gran fortaleza interior.

Marie Curie en su laboratorio.
En un poema que compuso, escribió:
¡Ah, qué dura es la juventud
de una estudiante,
mientras, a su alrededor,
con pasiones siempre encendidas,
otros jóvenes buscan con avidez
la frivolidad del placer!
Y sin embargo, en soledad,
ella vive ignorada y bendecida,
hallando en su reclusión
el ardor que torna inmensa su alma.[7]
Luego de unos años, pudo viajar junto a su hermana, que ya estaba a punto de convertirse en médica. Inició sus estudios con entusiasmo, pero rápidamente descubrió un obstáculo: su francés no era lo suficientemente bueno, y el nivel de su formación, autodidacta, era muy distinto del de sus compañeros. Sin embargo, no se permitió desalentarse, y se decidió a estudiar el doble, el triple, o cien veces más si era necesario. Al comienzo no hizo amistades, pero con el tiempo fue encontrando personas con las que compartía la misma pasión por el aprendizaje. Además, se las arreglaba con muy poco dinero, comiendo por semanas pan con mantequilla. Al referirse a este periodo de la vida de Marie Curie, el maestro Ikeda expresó: «[E]stas privaciones no la entristecían ni la inspiraban a la autocompasión. A decir verdad, tomaba esas penurias con notorio buen humor.
Cuando uno elige por propia decisión un noble camino, las dificultades que experimenta en el proceso nunca son vistas como una dolorosa adversidad. En cambio, son una fuente de orgullo y de alegría. Las penurias que uno afronta en la juventud son un tesoro inextinguible. “Sería imposible contar —narra Curie— todo lo bueno que me dejaron esos años. Al no tener ninguna distracción externa que ocupara mi tiempo, podía entregarme de lleno a la dicha del conocimiento y del aprendizaje”.[8]
Lo que inspiraba a Marie era la exaltación de aprender y de participar en diálogos intelectuales con las grandes figuras del pasado y del presente, no los oropeles de la sociedad. Aunque no podía deleitarse con manjares o festines, nutría su espíritu con un rico legado de sabiduría humana. Tal vez no se vestía con ropas de moda, pero sus descubrimientos sobre los principios del universo relucían en su vida como joyas.
Marie fue muy feliz viviendo su juventud en un “reino del conocimiento”, más magnífico que cualquier palacio mundano. Ève Curie (1904-2007), la segunda hija de Marie, describe este período de intenso estudio en condiciones de pobreza y aislamiento como los “años heroicos” de su madre.[9]
[...] En la senda del saber, no existen los atajos. Si este camino se recorre con una verdadera consagración al aprendizaje, nos conduce al triunfo esencial como seres humanos. Por eso, sólo quienes siguen esforzándose por aprender pueden transitar la ruta de la genuina victoria humana».[10]
CITAS
[1] IKEDA, Daisaku: Diálogo para el futuro: recorrer junto con ustedes el camino de la victoria. Publicado el 1.o de setiembre de 2012 en el periódico Mirai [Futuro], publicación mensual de la División de Estudiantes de Enseñanza Media Básica y Superior.
[2] Ib.
[3] Ib.
[4] Ib.
[5] Curie, Ève: Madame Curie: A Biography (Biografía de Madame Curie), trad. al inglés por Vincent Sheean, Nueva York: Da Capo Press, 2001, pág. 60.
[6] Curie, Ève: Madame Curie (Madame Curie), París: Gallimard, 1938, pág. 65.
[7] Quinn, Susan: “Vida de Madame Curie”, op. cit., pág. 90.
[8] Curie, Marie: “Notas autobiográficas”, op. cit., pág. 170.
[9] Curie, Ève: “Biografía de Madame Curie”, op. cit., pág. 117.
[10] IKEDA, Daisaku: Sobre la vida de Marie Curie. Publicado el 15 de febrero de 2008 en el Diario Shimbun, periódico de la Soka Gakkai.