Humanismo Soka
A partir de la interacción con otras personas, podemos hacer el ejercicio constante de basarnos en el respeto a los demás, esforzarnos por desplegar la solidaridad, y ser capaces de armonizar en cada lugar, con el espíritu de atesorar a quienes nos rodean. Sin embargo, esta acción no está libre de desafíos.
Por el contrario, quizás muchos de nosotros comenzamos a practicar o aún estamos perseverando, con el objetivo de mejorar nuestras relaciones interpersonales. Tal vez la dificultad con otra u otras personas nos llevó a toparnos con las aparentes limitaciones de nuestra capacidad para trascender las diferencias o conflictos.
Abrazar a los demás, sean integrantes de la familia, del ámbito laboral, las amistades, la pareja, etc. Desde la perspectiva del budismo de Nichiren es una oportunidad para hacer la revolución humana. Es posible transformar esos vínculos o interacciones que nos hacen sufrir a partir de crear un cambio interior, un cambio positivo extrayendo el potencial ilimitado del estado de Budeidad a través de entonar daimoku.
Y no solo es absolutamente posible, sino que es imperioso y necesario: en nuestra sociedad actual caracterizada por el individualismo, el aislamiento, la soledad y la falta de diálogo, tener el coraje y la sabiduría de emprender el desafío de la unión, de la solidaridad, la consideración y el respeto por la dignidad de la vida, es la clave de todos los cambios que harán posible, a gran escala trascender: el conflicto, la división, la descalificación y denigración a otros, las diferencias que creemos irreconciliables y tantos otros males que afectan a nuestra humanidad.
El maestro Ikeda se ha referido en muchas ocasiones a cuán importante es el valor de tender puentes de acercamiento con los demás, incluso con quienes estamos involucrados en alguna dificultad. Y si bien es un tema muy amplio y profundo, que se puede ver desde muchas perspectivas, nos gustaría tocar algunos puntos importantes.
Como primer aspecto, la importancia de salir al encuentro e involucrarnos con los demás para nuestro propio desarrollo.
En un discurso del maestro Ikeda del año 1996, recientemente publicado en la Humanismo Soka Online, encontramos el espíritu central de este podcast que nos lleva a reflexionar sobre la gran enseñanza humanista del budismo:
“Somos seres sociales. Lo que nos vuelve realmente humanos es el encuentro con otros; solo así podemos enriquecernos mutuamente. A través de interactuar con los demás, desafiándonos entre las personas, podemos crecer y desarrollarnos como personas compartiendo dichas y pesares, así como los altibajos de la vida. Para ser humanistas, no necesitamos enunciar complejas teorías. Solo hace falta creer de verdad en el ser humano y tratar de unir a las personas. Ese es el verdadero humanismo: crear lazos de fraternidad. La amistad es fuerza. Este poder subyacente de la Soka Gakkai también se debe a nuestra amistad, compañerismo y sólida unión en la fe. [...] recordemos que la organización es un medio para profundizar nuestra fe, amistad y espíritu fraterno. Las actividades nos permiten adquirir tesoros en la vida, día a día, porque promueven la amistad tanto en nuestro entorno inmediato como en la sociedad. Somos practicantes del budismo de Nichiren; así pues, vivamos de un modo admirable, que inspire en los demás el deseo de emularnos, representando cada uno la saga de su revolución humana en sus propios términos, fiel a sí mismo.”
Este es el corazón que palpita en cada zadankai, los encuentros de diálogo que se generan mes a mes en cada barrio, en las visitas hogareñas, encuentro de vida a vida, y no tienen otro fin más que extender esa misma amistad y solidaridad en cada esfera de nuestras vidas.
Otro punto importante que señala el maestro Ikeda, es no evitar tratar con aquellos que piensan diferente a nosotros o con quienes no tenemos quizás, en primera instancia, alguna afinidad.
“Las relaciones y los vínculos humanos son muy importantes. Necesitamos asociarnos y mantener contacto con otros, tanto dentro como fuera de la organización. Eso expande y enriquece nuestra vida. Al aislarnos, nos perdemos; pero en la vasta trama de vínculos humanos descubrimos nuestro yo superior. Quien rehúye la interacción humana se vuelve propenso al aislamiento, el egocentrismo, la estrechez de pensamiento y el interés personal. Negarse a participar en la organización o a relacionarse con otros es una forma de frialdad, una carencia de amor solidario, y una oportunidad perdida de autosuperarse en una atmósfera de inspiración y de apoyo mutuo. (...) No tenemos que evitar a quienes parecen no querer escucharnos o que piensan distinto de nosotros. Parte de nuestra práctica consiste en aprender a trabajar en armonía con toda clase de individuos, y en crear con ellos lazos de comprensión y de apoyo recíprocos. Así puede avanzar nuestro movimiento y así crecemos nosotros como personas. Esforcémonos por involucrarnos con todos sin alterarnos. He conversado con muchos líderes de la sociedad y del mundo. La capacidad y la fortaleza para mantener estos diálogos se adquiere forjando relaciones con los semejantes.”
Y por último, otro aspecto importante es que los obstáculos nos permiten pulir nuestra vida.
En un discurso que brindó para las integrantes del Departamento Femenino, que se encuentra en el libro La sabiduría para ser feliz y crear la paz, el maestro Ikeda cita una famosa parábola que aparece en Gran concentración e introspección de T’ien-t’ai.
La historia relata lo siguiente: Hace mucho tiempo, existió una montaña de oro. Un jabalí pasó frente a ella y no le gustó que se viera tan deslumbrante. Trató de desgastar su brillo frotándola con su pelaje. Restregó el lomo con gran fuerza, sabiendo que las cerdas eran ásperas y filosas como púas. ¿Cuál fue el resultado? cuanto más frotaba el jabalí, más pulía el metal y la hacía brillar.
El Daishonin se refiere a esta analogía para enseñarnos que las dificultades nos permiten purificar y sacarle el mayor brillo a nuestra vida. Sin luchar contra la oposición y los obstáculos, no podemos lograr la Budeidad. Tampoco podemos ser budas sin experimentar y superar dificultades. La postura de brillar cada vez más, en presencia de grandes obstáculos, nos ofrece -dice el maestro Ikeda- una importante enseñanza en el ámbito de las relaciones humanas.
Una organización, la familia, el trabajo o cualquier ámbito, es un conjunto de personas diversas y diferentes. Siempre habrá alguien con quien nos costará trabajar o relacionarnos. En ocasiones, la forma de actuar de algunas personas tal vez nos fastidie o nos moleste. Pero estas cosas son las que dan lustre y brillo a la «montaña de oro» de nuestra vida.
El maestro Ikeda expresa:
“Si todo en nuestra existencia fuese perfecto, jamás creceríamos. Una forma de frotar y pulir nuestra «montaña de oro» es trabajando al lado de personas con las cuales no congeniamos. Para ser sinceros, muchas veces nosotros dejamos algo que desear en algún aspecto o no somos tan admirables como nos gustaría. entonces, ¿cómo pretender que los demás se comporten como quisiéramos? Molestarnos por cada pequeña situación no ayudará en nada a mejorar las cosas ni servirá para cambiar a la otra persona. A veces, hay que suspirar, pensar que cada uno es como es, y aceptar al otro con benevolencia. El Daishonin escribe: «En el quinto volumen de Gran concentración e introspección [de T’ien-t’ai] se indica: “[…] como los muchos ríos que desembocan en el mar, como los leños que hacen crepitar el fuego con más ardor, o como el viento que hincha el cuerpo del insecto kalakula”».
T’ien-t’ai dice que la razón por la cual el mar es tan vasto es porque en él desembocan muchos ríos y porque el mar los acepta a todos. Si este rechazara las corrientes de agua, no sería el mar inmenso y caudaloso que es. [...] Si rechazamos y evitamos a las personas que no nos gustan, no podemos cultivar una identidad magnánima y amplia como el océano.”
En conclusión, cuando nos basamos en el logro de nuestra revolución humana y en la oración, las personas que nos ocasionan la mayor dificultad o representan el mayor desafío, son las que, finalmente, más nos ayudan a manifestar nuestro estado de Budeidad. Realizamos nuestra práctica budista en medio de la sociedad y de los desafíos, por lo tanto, no podemos permitirnos ser influenciados por nuestro entorno. El esfuerzo de aceptar a los demás con mentalidad y corazón abierto es lo que nos lleva a crecer y es lo que hace que el kosen-rufu sea posible.
Decidamos ser esas montañas de oro que brillen más y más en los momentos más difíciles, y a su vez proyectar ese brillo y resplandor de nuestra revolución humana en la vida de los demás y en cada lugar donde nos desenvolvemos diariamente.