Humanismo Soka
Este año, en todo el país, se realizarán diferentes cumbres -a través de exposiciones, festivales artísticos y otras actividades- para dar a conocer el pensamiento humanista del maestro Daisaku Ikeda a más personas, perpetuando su eterno legado en pos de establecer una era basada en el respeto a la dignidad de la vida.
La fundación de la SGI
Hace 50 años, el 26 de enero de 1975, se fundaba en la isla de Guam la Soka Gakkai Internacional. Esta isla fue un escenario dramático donde miles de civiles perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial. En aquella oportunidad, se reunieron ciento cincuenta y ocho miembros de cincuenta y un países y territorios, para participar de la Primera Conferencia por la Paz del Mundo. En ese encuentro se fundó la Soka Gakkai Internacional (SGI), como un cuerpo compuesto por organizaciones de todo el globo. Este hito, que fue un punto de inflexión clave para la historia del kosen-rufu, se narra en el capítulo «La SGI» de La nueva revolución humana, volumen 21.
La SGI se creó a pedido de los discípulos que el maestro Ikeda había forjado alrededor del mundo. Ellos tenían la convicción de que para afrontar los problemas que asediaban a la humanidad era imprescindible formar una organización de personas comunes que -basadas en los ideales del budismo de Nichiren Daishonin- se unieran trascendiendo todas las diferencias étnicas o nacionales con la decisión de erradicar el sufrimiento y la guerra del mundo, creando así un mundo de paz. Pero sabían que el liderazgo del maestro Ikeda sería imprescindible para lograr ese propósito. Es por eso que lo instaron para que asumiera como presidente de la SGI de la siguiente manera:
«”En nombre de los discípulos del Presidente Yamamoto alrededor del mundo, me gustaría pedirle también que conduzca nuestro movimiento por la paz como máximo líder de la Soka Gakkai Internacional. Esta es la voluntad general”.
[...] Ese día, a través del deseo colectivo de los miembros representantes de ultramar, nació la SGI como organización global de la Soka Gakkai, con Shin’Ichi presidiéndola».
La base de todo es la relación de maestro y discípulo
Sobre este punto, también se lee:
«Un representante del sudeste asiático (...) pensó seriamente lo que era esencial para poder transmitir el espíritu del humanismo budista. Reflexionó sobre la historia de la Soka Gakkai: "El primer presidente Tsunesaburo Makiguchi sostuvo valientemente las enseñanzas correctas de Nichiren Daishonin en una contienda contra la opresión de las autoridades militares del Japón y murió en prisión por sus creencias. Y el segundo presidente, Josei Toda, lo acompañó a la cárcel, donde comprendió que el Buda es la vida en sí. Antes se consideraba que el budismo estaba divorciado de los asuntos cotidianos, pero gracias a esta comprensión, adquirió relevancia como una filosofía de vida y ocupó un nuevo lugar en la era moderna. Toda también despertó a su identidad intrínseca como Bodishattva de la Tierra y a su misión eterna de esforzarse por la dicha de toda la humanidad [...].
La savia vital del kosen-rufu y su expansión global se hallan en el camino del mentor y el discípulo seguido por los sucesivos presidentes de la Soka Gakkai».
Al entrar al salón donde se realizó la primera conferencia por la paz del mundo, cada integrante firmaba con su nombre y su país de origen. En ese libro, a diferencia de todos, el maestro Ikeda firmó como «ciudadano del mundo»:
«En la entrada al salón se había colocado un libro de firmas para que todos dejen registro de su asistencia en tan memorable evento. Shin’Ichi también lo hizo; había renglones para que cada persona escribiera su nombre y nacionalidad. Shin’Ichi puso su nombre, y en la columna correspondiente a la nacionalidad, escribió "El mundo". Quienes lo rodeaban estaban asombrados.
Al firmar, Shin’Ichi pensó en la visión de una ciudadanía global que había postulado su mentor Josei Toda. En su corazón, juró: «Señor Toda, dedicaré mi vida al kosen-rufu mundial, por la felicidad y la paz de toda la humanidad».
Hacía mucho tiempo que Shin’Ichi había desterrado cualquier frontera de su corazón. Para él, su verdadero país no era la pequeña isla de Japón, en el oriente de Asia, sino el mundo en sí. Esa inscripción reflejaba su más genuino sentimiento».
Nuestro maestro, en todo momento, pensaba en cómo corresponder a las enormes expectativas que Josei Toda había depositado en él. Era plenamente consciente de que, al crear una organización sin fronteras, dedicada al logro de la paz en todo el orbe, estaba haciendo realidad los sueños de su mentor.
La determinación de una persona puede cambiarlo todo.
Como dijimos anteriormente, la isla de Guam fue un lugar donde ocurrieron grandes atrocidades. Con la convicción de que los lugares que han experimentado la brutalidad de la guerra tienen la misión de emprender acciones en aras de la paz, allí el maestro Ikeda decidió sembrar las semillas del kosen-rufu mundial.
Como expresa Nichiren Daishonin: «No existen, en sí mismas, una tierra pura y otra impura; la diferencia sólo reside en el bien y el mal que hay en nuestro interior».
A través de un cambio profundo en nuestra actitud o determinación podemos transformar todo, incluso nuestra comunidad, la sociedad, la nación y el mundo entero.
Desde este punto de vista, no importa cuán grandes sean nuestros sufrimientos en este momento. Lo que realmente importa es nuestra convicción en que —a partir del esfuerzo por realizar nuestra revolución humana, haciendo daimoku sinceramente, compartiendo la Ley Mística con nuestros amigos y desafiándonos más que nunca por el kosen-rufu como discípulos Ikeda— sin falta podremos transformar cualquier obstáculo en un gran beneficio para nosotros y para todo nuestro entorno.
«Cuando nos levantamos para actuar por el kosen-rufu podemos elevar ampliamente nuestro estado de vida, generar cambios en nuestro interior y transformar nuestro destino».
CONCLUSIÓN
Para concluir la primera conferencia por la paz del mundo, Ikeda pronunció un discurso para todos sus discípulos hacia el eterno futuro:
«El sol del budismo de Nichiren Daishonin ha comenzado a elevarse en el horizonte. Espero que no vayan tras la alabanza o la gloria personal, sino que dediquen sus nobles vidas a sembrar por el mundo las semillas de paz de la Ley Mística. Yo me comprometo a hacerlo. Siempre los estaré apoyando; en ocasiones, lideraré nuestro movimiento en la primera línea, algunas veces lucharé lado a lado con ustedes, y otras velaré por su desarrollo tras bambalinas».
Y concluyó haciendo el siguiente llamado:
«Como valientes, misericordiosos y dedicados discípulos del Daishonin, plenamente comprometidos con la verdad y la justicia, por favor, vivan de manera positiva y edificante; esfuércense por la prosperidad de sus países, la felicidad de la gente y en bien de la humanidad.
Ese día, en ese momento, en la isla de Guam, los miembros de un extremo al otro del globo se levantaron en bien de la paz junto con Shin’ichi Yamamoto, el presidente de la SGI, orgullosos de ser sus discípulos».
¡Grabemos en nuestras vidas este mismo compromiso de luchar por la paz empezando por nuestro propio barrio, trabajo, familia y amigos!