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Refutar la expresión más terrible del mal que puede existir en el corazón humano

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Humanismo Soka

jueves, 5 de septiembre de 2024

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Una fecha trascendental que marcó un punto de inflexión en el movimiento por la paz de la Soka Gakkai es: la «Declaración o Proclama para la Abolición de las Armas Nucleares» pronunciado por Josei Toda el 8 de septiembre de 1957. Vamos a comenzar remontándonos al turbulento período del Japón del año 1957, cuando el maestro Toda se preparaba para esa declaración crucial.

Una fecha trascendental que marcó un punto de inflexión en el movimiento por la paz de la Soka Gakkai es: la «Declaración o Proclama para la Abolición de las Armas Nucleares» pronunciado por Josei Toda el 8 de septiembre de 1957. Vamos a comenzar remontándonos al turbulento período del Japón del año 1957, cuando el maestro Toda se preparaba para esa declaración crucial.

Una fecha trascendental que marcó un punto de inflexión en el movimiento por la paz de la Soka Gakkai es: la «Declaración o Proclama para la Abolición de las Armas Nucleares» pronunciado por Josei Toda el 8 de septiembre de 1957. Vamos a comenzar remontándonos al turbulento período del Japón del año 1957, cuando el maestro Toda se preparaba para esa declaración crucial.

En el capítulo «La declaración» de La revolución humana el maestro Ikeda cuenta que Josei Toda, hacia fines de los años 50 había comenzado a manifestar cada vez más explícitamente su posición sobre el problema de las armas nucleares. En particular por el contexto que estaba atravesando el mundo en ese entonces.

En marzo de ese año (1957) se había convocado a una conferencia del Subcomité para el Desarme de las Naciones Unidas, en Londres. Pero después de casi seis meses y más de ciento cincuenta reuniones no se avizo­raba un consenso. En 1956 y 1957, los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética realizaron reiteradas pruebas nucleares, a medida que la carrera por esas armas se intensificaban inexorablemente. En el atardecer del 7 de septiembre, Josei Toda se encontraba solo, sentado en la sede central de la Soka Gakkai pensando profundamente en el problema de las bombas nucleares y la realidad de las guerras en ese entonces…

Reflexionaba sobre esa cuestión: ¿Cuál era el justificativo para una conducta tan insensata? Pensó sobre el concepto de «disuasión nuclear»: la idea de que las armas nucleares funcionan como un elemento disuasivo para la guerra total y que, en consecuencia, contribuyen al mantenimiento de la paz. Sin embargo, sabía que tal pensamiento era en sí mismo un reflejo de la faz más oscura del espíritu humano. La disuasión nuclear se basaba en el equilibrio del terror. En consecuencia, la única manera de mantener ese equilibrio era que ambos lados compitieran en el desarrollo y acopio de armas. Esto produce, inevitablemente, un círculo vicioso que incentiva una escalada interminable en la carrera bélica. Para Toda, no importaba qué clase de lenguaje técnico se usara para justificarlas, eran armas que planteaban una amenaza fundamental al derecho de existir.

En ese momento, el maestro Toda recordó las palabras de Albert Einstein: «La fuerza desencadenada del átomo ha cambiado todo menos nuestro modo de pensar...». Como Einstein lo sugirió, el advenimiento de la energía nuclear transformó por completo el mundo. Lo que no cambió fue el modo de pensar de las personas. 

Toda había decidido firmemente en su corazón anunciar en la reunión su declaración contra las armas nucleares y legar este mensaje a la juventud.

Tal como se narra en La revolución humana, el maestro Toda pensaba: 

¿Qué habría dicho Nichiren Daishonin si hubiera hecho su advenimiento en el siglo veinte y presenciado la amenaza que las armas nucleares planteaban al destino de la humanidad?

Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki fueron tragedias absolutas. Pero Josei Toda estaba convencido de que estos hechos anunciaban una era en la cual la Soka Gakkai sería impulsada a despertar a su misión de lograr la paz mundial.

Aunque esta  convicción ardía en su corazón, Toda no podía olvidar que existía un límite para el tiempo que podía vivir. Sin embargo, en ese momento no sentía pesar. En cambio, tenían la poderosa determinación de completar, en el limitado tiempo que le quedaba, todo lo que se había propuesto cumplir. Leyó una vez más sus anotaciones resumiendo su postura ante las armas nucleares.

En la mañana del 8 de septiembre, la lluvia había dado lugar a un claro cielo azul. Más de 50.000 jóvenes esperaban ansiosos las palabras del maestro Toda, luego del festival deportivo que se llevó a cabo en el Estadio de Mitsuzawa. Toda formuló una declaración clave de repudio a las armas nucleares, en la cual exigió su prohibición además de definirlas como un mal absoluto que amenazaba el derecho a la vida de toda la población humana. Este alegato se dio a conocer públicamente en las horas más tensas de la Guerra Fría, cuando las armas nucleares proyectaban una sombra tenebrosa sobre el destino de la humanidad, con su poder de exterminar en un instante todas las formas de vida sobre la tierra.

Afirmó que las armas nucleares eran la manifestación del aspecto más oscuro y demoníaco del espíritu humano, y declaró que les cabía a los jóvenes de la Soka Gakkai la misión de trabajar para su abolición.

Josei Toda veía esas armas como el invento más diabólico de los tiempos modernos. La palabra «demonio» indica cualquier función que atormenta la mente y el corazón humanos. Un atributo único de la declaración de Toda contra las armas nucleares fue su llamamiento para hacer frente a esa naturaleza demoníaca agazapada en las profundidades de la vida de los seres humanos. Su posición era que los argumentos a favor de los armamentos y su uso debían ser condena­dos absolutamente, no desde el punto de vista de la ideología, el nacionalismo o la identidad étnica, sino desde la dimensión universal de la humanidad.

El punto de partida por la paz mundial y el espíritu del Rissho ankoku 

Es hondamente significativo que Josei Toda dejara el primero de sus preceptos o instrucciones finales para los jóvenes en forma de una declaración contra las armas nucleares.

Justamente, porque el budismo de Nichiren Daishonin es una religión que existe por el bien de las personas, de la humanidad, su misión de «establecer la enseñanza correcta» (rissho) debe estar acompañada de la construcción de una «tierra pacífica» (ankoku). En otras palabras, el ideal del kosen-rufu (paz global a través de la felicidad de cada individuo) y los principios del budismo sobre el respeto a la dignidad de la vida, solo pueden realizarse realmente cuando las personas que practican esta filosofía cumplen con sus respectivas misiones en el plano de la sociedad. 

Nichiren Dashonin expresó su conclusión en el siguiente pasaje de su tesis Rissho Ankoku Ron: «Por lo tanto, debe reformar rápidamente los principios que ha sostenido en su corazón y abrazar el único vehículo verdadero, la única doctrina del bien [del Sutra del loto. Tal como expresan estas palabras, cuando cada individuo toma conciencia de su Budeidad inherente y la revela de acuerdo con esta Ley Mística, el lugar en que esa persona vive se convierte en tierra de Buda. El propósito de Nichiren Daishonin al escribir esta tesis en bien del al pueblo era justamente desarraigar la maldad que existe en los corazones y las mentes, y para sembrar en ellos la bondad; para abrir los ojos de la sabiduría en los seres humanos y para cambiar el foco de atención interior: del egocentrismo al altruismo, de la destrucción a la creatividad.

Basado en ello, Josei Toda sentía que la única manera de derrotar esa tendencia a denigrar la vida era mediante la fuerza de la naturaleza de Buda, que también es inherente a la vida de las personas. Estaba convencido de que lo que garantizaría sin falta la desaparición de las armas nucleares era la expresión de la naturaleza de Buda inherente a la vida de todos los seres humanos. Mediante esa declaración, instó a los jóvenes a llevar a cabo diálogos basados en la convicción de que todos poseen este potencial y a comunicarles la maldad absoluta de las armas nucleares. En el futuro, la proclama de Josei Toda se convertiría en la base del movimiento por la paz de la Soka Gakkai.


Josei Toda junto a Daisaku Ikeda durante su Proclama para la Abolición de las Armas Nucleares, 8 de septiembre de 1957.


La lucha del maestro Daisaku Ikeda como heredera de la proclama contra el mal absoluto del maestro Toda. 

Cuando realizó esta proclama, Daisaku Ikeda tenía 29 años. Escuchó decir a su maestro que sus jóvenes discípulos y las generaciones sucesivas debían considerar esa declaración como la primera de sus instrucciones testamentarias.

Desde ese día, comenzó a buscar con extrema seriedad la manera de difundir la convicción de Toda en el mundo entero. Ikeda reflexiona respecto a la declaración de su maestro con estas palabras:

«Como joven y fiel discípulo del maestro Toda, me comprometí intensa y profundamente a cumplir su anhelo de abolir los armamentos nucleares, y a difundir su visión para establecerla como pensamiento central. Cuando asumí la tercera presidencia de la Soka Gakkai, inicié mi lucha sin reservas por cristalizar ese ideal compartido entre el maestro y el discípulo, trabajando codo a codo con mis queridos camaradas del Japón y del mundo. Juntos, hemos construido un movimiento global de base ciudadana para promover la paz, la cultura y la educación, asentado en el principio del respeto a la dignidad de la vida. En mis diálogos con pensadores y líderes internacionales —inspirados en la búsqueda de valores universales más allá de todas las diferencias— y en mis propuestas de paz y de desarme presentadas a lo largo de los años, lo que he tenido siempre en primer plano es la apasionada declaración que mi maestro lanzó al mundo con cada fibra de su ser.

Hoy, quisiera que nuestros jóvenes del mundo se unieran para heredar y transmitir al futuro el espíritu que nos encomendó el señor Toda; es decir, el coraje de alzar la voz contra el mal inherente al poder autoritario, el compromiso de hacernos oír en defensa de la vida; la sabiduría de emplear la palabra para unir a las personas. Siempre debemos recordar que el camino esencial para hacer realidad los ideales del maestro Toda yace en nuestro esfuerzo cotidiano por transmitir y propagar la filosofía budista de la revolución humana».

Decidido a hacer realidad la visión de su mentor, el maestro Ikeda comenzó a presentar sus propuestas anuales de paz cada 26 de enero, desde 1983.

En ese momento, la carrera armamentista nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética había alcanzado un ritmo desenfrenado. El mundo, para consternación de todos, se encontraba en una encrucijada extrema entre la paz y un clima de tensión internacional cada vez más acentuado. Consciente de ello, la primera propuesta de paz que presentó se tituló: «Nuevas propuestas para la paz y el desarme». Allí expresó la certeza de que no podríamos llegar a una visión constructiva del futuro si partíamos de la resignación y de la desesperanza, y sugirió, como primera iniciativa, que se celebrara con la mayor premura posible una cumbre entre los máximos líderes de los Estados Unidos y de la Unión Soviética. 

Dos años después [en 1985], el mandatario soviético Mijaíl Gorbachov se reunió con su par estadounidense Ronald Reagan. Ese diálogo directo fue el disparador de cambios que, con el tiempo, condujeron a la firma de un tratado entre ambas naciones para la eliminación de las fuerzas nucleares de alcance intermedio [Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio] (INF, por sus siglas en inglés). 

Entre 1983 y 2022 Ikeda presentó un total de cuarenta propuestas de paz, cada 26 de enero. Muchas de las ideas allí enunciadas fueron implementadas, de una forma u otra, por las Naciones Unidas y por diversos organismos internacionales. En especial, se destaca el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) [aprobado por las Naciones Unidas en 2017], un paso crucial en dirección al gran anhelo del maestro Toda.

En el Rissho Ankoku Ron el Daishonin escribió: «¡Conversemos extensamente sobre esta cuestión!». Al respecto Ikeda afirmó: «Cuando hablamos como congéneres —centrados en la vida y en la condición humana, definida por las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte— sin falta encontramos un terreno común sobre el cual llegar al entendimiento mutuo. [...] El propósito de nuestros diálogos, orientados al ideal de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», es reafirmar, despertar, extraer, aunar y confiar en el poder intrínseco de la humanidad, caracterizado por cualidades como la fortaleza, el valor, la amistad, la solidaridad, la sabiduría y la persistencia».

Estas propuestas, igual que la declaración del maestro Toda y el tratado del Buda Nichiren, no son solo un diálogo con las autoridades del mundo, sino un intercambio abierto con el pueblo, con las personas que tienen el poder de moldear la historia, exhortándolas a ponerse de pie para construir una cultura de paz.

Enarbolando ese mismo espíritu, los tres primeros presidentes de la Soka Gakkai —Tsunesaburo Makiguchi, Josei Toda e Ikeda— y todos los miembros espiritualmente unidos al corazón de los maestros, estamos promoviendo sistemáticamente la vía del diálogo, que es vía hacia la paz.

Nuestra lucha por la paz hoy: compartir el budismo basados en la inseparabilidad de maestro y discípulo

Tal vez frente al difícil panorama mundial una persona puede preguntarse: ¿Podemos realmente mejorar el mundo a través de nuestra conducta individual? ¿O no hay nada que podamos hacer por nuestra cuenta?

En tal sentido el Daishonin señala: «Del elemento único de la mente derivan todas las tierras en su diversidad y todas las condiciones ambientales».

El budismo Nichiren es la enseñanza que disipa ese sentimiento de impotencia y de pesimismo, y nos hace comprender la verdad de que los sujetos somos protagonistas y podemos cambiar el mundo. El movimiento de paz de la Soka Gakkai se sustenta en las oraciones y en las acciones de cada uno de nosotros, donde brilla la íntima convicción en la dignidad y el valor inapreciable de la vida. 

Daisaku Ikeda expresó:

«A veces parece imposible producir un cambio en todo un país o en el mundo. Pero, en definitiva, la sociedad y el mundo son un colectivo de personas configurado por el pensamiento y las actitudes de esos individuos. Por eso, la transformación interior en el corazón y en la mente de los seres humanos es el punto de partida de todo cambio genuino, no solo en la sociedad sino también en la tierra y en sus condiciones ambientales».

Todo comienza por la revolución humana de una persona. Tal como afirma el maestro Ikeda nosotros somos los protagonistas, tenemos la capacidad de moldear nuestra historia haciendo nuestra revolución humana. 

© Humanismo Soka - 2024

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