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Las películas y la paz del mundo

Las películas y la paz del mundo

Las películas y la paz del mundo

Roma (2018), Alfonso Cuarón
Roma (2018), Alfonso Cuarón
Roma (2018), Alfonso Cuarón
Humanismo Soka

jueves, 5 de diciembre de 2024

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Las vemos, las disfrutamos, las compartimos… Pero, ¿es el cine capaz de cambiar nuestra forma de percibir la vida, así como de vivirla? La visión humanista del arte, aplicada en las películas.

Las vemos, las disfrutamos, las compartimos… Pero, ¿es el cine capaz de cambiar nuestra forma de percibir la vida, así como de vivirla? La visión humanista del arte, aplicada en las películas.

Las vemos, las disfrutamos, las compartimos… Pero, ¿es el cine capaz de cambiar nuestra forma de percibir la vida, así como de vivirla? La visión humanista del arte, aplicada en las películas.

¿Para qué el cine?

En la historia del llamado “séptimo arte” existieron excepcionales artistas, admirados por aficionados y profesionales. Hay quienes buscaron en sus películas las respuestas a las preguntas que siempre se habían hecho. Otros, se enfocaron en generar sensaciones: miedo, incomodidad, tristeza. También, algunos crearon grandes historias, que inspiraron a las personas a seguir avanzando, colmados de esperanza. 

Desde su nacimiento, el cine conoció distintas expresiones, que respondieron a los deseos, sueños y costumbres de cada cultura. Por ejemplo, Andrei Tarkovsky fue un director soviético que, mediante sus películas -como El espejo (1975) o El sacrificio (1986)- plasmó su idea de que el cine estaba construido por “pedazos” de tiempo, y que a través de él podíamos acceder a la verdad. Expresaba que el cine, como un escultor, “moldea” el tiempo. También, declaró que el sufrimiento humano es la clave para descubrir las profundidades espirituales y el verdadero propósito de la vida. A su vez, despertó a la concepción de que el arte no es un fin en sí mismo, sino un medio para abordar al ser humano y conducirlo a un propósito más profundo. 

 Este dilema, al que tarde o temprano todo artista se enfrenta, constituye la base fundamental de una obra. ¿Para qué se hace lo que se hace? ¿El arte tiene que tener una utilidad, o alcanza con la sublimación emocional que experimenta quien la crea?


El espejo (1975), Andrei Tarkovsky.


Algo más que entretenimiento: “mirar el mundo de manera diferente”

Si bien Tarkovsky afirmaba que no era su intención entretener al espectador, sino invitarlo a reflexionar, ¿qué significa “entretener”? Si le preguntamos a la Inteligencia Artificial, encontramos que se refiere a “mantener a alguien ocupado o distraído de manera agradable, o proporcionar diversión o distracción”. Quizás esta mirada busca traer en el espectador una forma de escapar o evadir su realidad. Sin embargo, nosotros mismos somos quienes, mientras miramos películas, seguimos estando vivos en el medio de nuestra existencia, tal cual se nos presenta. Por lo tanto, podemos tomar cualquier experiencia cinematográfica como una oportunidad de nutrirnos y revitalizarnos para encarar las dificultades que estemos afrontando. Hay una vasta cantidad de películas creadas con el simple fin de brindar alegría al espectador, o de hacerlo salir por un rato de la burbuja de sus propios problemas para mostrarle que el mundo es mucho más que eso. 

Sobre esto, el director japonés Hayao Miyazaki, autor de films como El viaje de Chihiro (2001), Mi vecino Totoro (1988), El castillo ambulante (2004) y El viento se levanta (2013), expresó que el cine no debe ser un escape de la realidad, sino una forma de entenderla y apreciarla más profundamente. Miyazaki considera que las películas, aunque sean fantásticas, deben conectar al espectador con el mundo real y sus emociones. Una vez, afirmó que quería crear películas que las personas puedan ver y, al salir del cine, mirar el mundo de una manera diferente.

También, hay películas que, una vez que las vemos, nunca volvemos a ser los de antes. Nos marcan un rumbo sobre qué clase de personas queremos ser, qué queremos generar y cómo podemos seguir avanzando hacia nuestras metas. El reconocido realizador Alfred Hitchcock, quien creó films que hoy se consideran clásicos indispensables como Psicosis (1960), Vértigo (1958) y La ventana indiscreta (1954), decía que él hacía películas no para mostrar cómo es la vida, sino cómo se siente vivirla. Compartir con el mundo lo que experimentamos como seres humanos nos permite trascender nuestras diferencias y encontrarnos en lo que nos une a un nivel esencial: nuestra humanidad. Cuando vemos una película, sentimos lo que vive el personaje como si se tratara de nosotros. Empatizar con ellos, que viven realidades diferentes a las nuestras, nos permite abrir nuestra mente y ampliar nuestros horizontes. 


Vértigo (1958), Alfred Hitchcock.


El arte de las artes

El cine es una forma de expresión que combina muchas otras: literatura, pintura, teatro, música. Es la culminación de todas las artes, como expresaba con su visión del cine como un “arte total” uno de los cineastas más influyentes de la nueva ola de Cine Francés del siglo XX, Jean-Luc Godard, quien creó films como Al final de la escapada (1960) y El loco de los locos (1965). Y en esto la mayoría de los cineastas parecen estar de acuerdo. Akira Kurosawa -quien realizó películas como Rashomon (1950), Los siete samuráis (1954) y Ran (1952)-, fue uno de los directores más prestigiosos de la historia, y también él creía que en el cine todo el resto de las artes se encontraban, y se hacían capaces de transmitir emociones y contar historias de manera única.

Es por esto que, a diferencia de otras, éste es un arte colectivo: el vestuario, el maquillaje, el diseño del “arte” (los espacios y objetos que se utilizan), el control de la continuidad, los actores, las locaciones, la producción, el sonido, la fotografía, la edición… Entre tantas otras tareas; para realizar una película, incontables personas hacen enormes esfuerzos y depositan en la obra esa fuerza vital que transmite lo que existe en sus corazones.


Los siete samuráis (1954), Akira Kurosawa.


Sobre el arte, el filósofo y escritor Daisaku Ikeda en el año 1989 pronunció un discurso en la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia donde afirmó: “El arte es la irrefrenable expresión de la espiritualidad humana. Lo es hoy y lo ha sido siempre. En cada una de las infinitas formas concretas que adopta el arte, se halla impreso el símbolo de la realidad trascendente. La creación de una obra de arte tiene lugar dentro de los confines espaciales, pero, mediante el proceso creador, el alma del artista busca fusionarse con esa realidad suprema, que podríamos denominar “vida cósmica”. Así, pues, una obra de arte viviente es la vida en sí, nacida en la fusión dinámica del yo (el microcosmos) con el universo (el macrocosmos)”.[1] Luego, también explica que a través del arte podemos entrar en contacto con algo que está más allá de nosotros, y “experimentar la inseparabilidad con una entidad que nos trasciende, respirar a tono con su aliento, absorber la energía necesaria para nuestra renovación espiritual”. 


El cine para la paz

De esta manera, encontramos en el cine la posibilidad de transmitir aliento, convicción y alegría, porque no hay nadie que no pueda conmoverse con una gran película. Esas sensaciones, que nos marcan y se hacen parte de nosotros, pueden abrirnos las puertas a un futuro brillante. En este sentido, en el cine podemos encontrar nuestra humanidad, recordarla y manifestarla.

 Ahora, la verdadera expresión de la cultura no puede surgir sin el respaldo de una profunda filosofía. Así como una vez expresó la reconocida documentalista francesa del siglo XX Agnes Varda: “el cine es como un espejo que nos permite ver los sentimientos, los recuerdos y los momentos que viven en nosotros. Y si uno pone amor en las películas, no se olvida, y la gente lo ve, lo siente". Y en un cine completamente diferente, el mundialmente proclamado Steven Spielberg, también afirmó: "El cine es un arte, pero también es una forma de contar historias. Y las historias son sobre el corazón humano. Si no hay amor, si no hay emociones profundas, no es una buena historia". Como con todas las artes, hay que llenar las películas con lo que tenemos en nuestro interior.


The fabelmans (2022), Steven Spielberg.

Y para conmover a los pueblos del mundo y unirlos más allá de cualquier diferencia, el budismo ofrece una maravillosa fuente inagotable de inspiración, creatividad y amor por la humanidad. Al respecto el maestro Ikeda expresa: “Cada uno de nosotros tiene ese potencial de desarrollar el arte que trascienda todas las barreras étnicas y que sea un tesoro para la humanidad, pero para eso es necesario que cada uno desarrolle ese potencial infinito que hay en su interior. Cuando nos empeñamos en avanzar pese a las adversidades y a los contratiempos, nunca dejaremos de desplegar la creatividad esencial de la vida, el triunfante estado interior que el budismo describe como la más grande alegría de todas las alegrías.” [2]

Detrás de cámaras, delante de ellas, o ante la pantalla, encontramos en el cine la posibilidad de crear paz: una verdadera armonía que comienza en nuestro corazón y se expande en nuestra vida, hacia el entorno. Entonces, el cine y el arte en general tienen, más que ninguna otra cosa en la actualidad, el gran potencial de cambiar el mundo.



CITAS:
[1] IKEDA, Daisaku. El nuevo humanismo (México, CFE, 1999).
[2] IKEDA, Daisaku: extraído de la serie Conversaciones sobre la juventud, publicado el 14 de mayo de 1997, en el Koko Shimpo, periódico del Departamento de Estudiantes Secundarios.

© Humanismo Soka - 2024

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